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Anhelo

No quería que su vida entera se limitara a estar allí, pero no quería renunciar a ese sentimiento tan profundo que tenía, que no descifraba, que no sabía que era.

por | Ago 16, 2020 | Antioquia Literaria

Yo te seguía para ver
Para poderte conocer
Pero mi lengua se trababa

No sabía cómo había llegado aquella nota allí. Pero la hizo sonreír. Hace tiempo no lo hacía. Ya no distinguía los días. Todo el tiempo estaba adormecía, trataban de hacerle olvidar algo, pero ¿qué era eso?

Esa fue la primera nota que encontró, un trozo de servilleta arrugado, cuando volvió de su hora libre. En la que no hacía más que sentarse en una banca a pensar ¿qué hacía allí?

El cuarto siempre estaba impecable, no importaba cómo lo dejara antes de salir, a su regreso todo estaba como debería, cama tendida, paredes limpias, suelo impecable.

Pero desde aquel día, cada cuatro días, encontraba sobre su almohada, un trozo de servilleta enrollada.

Y no me escuchas, no me ves
Porque me tienes a tus pies
Y nunca bajas la mirada

Comenzó a contar los días, era extraño. Sentía que ya había vivido esto, era como si su corazón gritara que todo estaba volviendo a la normalidad.

Guardaba aquellas servilletas en su almohada, no podía dejarlas por fuera.

Todo el tiempo estaba confundida, nunca sabía qué día era, qué hora era. No sabía qué era real y qué era parte de su imaginación. Lo que si sabía es que debía ocultar aquellas servilletas. Había algo en ellas que no lograba comprender, le daban un sentimiento de esperanza indescriptible.

No quiero ser normal
Quiero ser especial
Quiero tenerte enamorada

Ya tenía la costumbre de marcar los días, le gustaba la sorpresa, pero cada cuarto día despertaba inmensamente feliz. Cuando regresaba de su hora de descanso, siempre estaba allí, la nota que la hacía sentir viva. Que le recordaba que la vida podía recuperarse

Cuando muerdas la manzana
Cuando te acuestes a dormir envenenada
Tú volverás a mí

Tal vez fueron meses los que pasaron así. Había perdido la cuenta de cuántas notas había recibido, temía tanto perderles que ni siquiera se atrevía a sacarlas de la almohada en que las guardaba.

Sentía como se inflaba cada vez más, de cierta manera, se sentía acompañada por esa sensación que le pedía recordar algo que no sabía qué era.

Aquel día, tomó un riesgo. No podía tener algo con qué escribir, pero podía dejarle algo que le permitiera saber que estaba interesada en conocerle. El día anterior, durante el paseo que le permitían, mientras los enfermeros estabas distraídos, tomó una flor.

No sabía si era una violeta, pero al menos tenía su color. No sabía si comprendería el mensaje, esperaba que así fuera.

Si era la persona que decía ser, la persona que su corazón decía que era, lo comprendería bien.

Aún así, no recordaba haberse sentido tan nerviosa antes, o bueno, tal vez si recordaba algo, La sensación la conocía, pero no con esta intensidad, no de esta forma. Estaba tan nerviosa, quería saber quién era, por qué le escribía.

La hora que tenía libre se sintió como un día encerrada. El tiempo no pasaba, quería volver corriendo a su habitación, encontrar la nota de hoy, darse cuenta si había tomado la flor, quería respuestas ¡ahora!

Por fin terminó el tiempo. La llamaron para volver a su habitación, corrió tan entusiasta que todos se quedaron sorprendidos.

La flor no estaba allí, no sabía si la había tomado aquella persona que le escribía las notas o sólo la tomó quién limpiaba su cuarto.

No sabía, pero eligió pensar que la había tomado quién debía hacerlo, que había comprendido el mensaje.

No encontró nada sobre la cama, como siempre lo hacía. La alegría que tanto estaba esperando sentir, nunca llegó.Se sintió tan mal, todas sus esperanzas se fueron.

Todo el tiempo que llevaba allí sentía se sentía incompleta. No recordaba algo importante, pero no quería renunciar, sabía que algo estaba olvidando y necesitaba recordarlo.

La ansiedad se apoderó de ella, se sintió tan cerca de encontrar respuestas, de recuperar esos sentimientos y ahora, se sentía sola, abandonada de nuevo.

Tomó la almohada, buscó el pequeño orificio que había abierto para guardar aquellas notas que habían dado esperanza a sus días.

– ¡Nooooooooo! ¡Esto no puede estar pasando! – Comenzó a gritar. Los trozos de servilletas enrollados habían desaparecido. Aquellas notas con las que soñaba, que tanta paz y esperanza le daban, no estaban. Habían desaparecido.

No pudo controlarse, lanzó la almohada lejos. Golpeó paredes, la cama. No paraba de gritar mientras daba golpes sin pensarlo.

Sentía que su vida se desvanecía, que estaba en un agujero negro del que no podría salir.

No quería que su vida entera se limitara a estar allí, pero no quería renunciar a ese sentimiento tan profundo que tenía, que no descifraba, que no sabía que era.

Pero lo quería descubrir. Necesitaba hacerlo. Por primeras veces consideró tomar una decisión definitiva.

Tres enfermeros entraron tan pronto como escucharon. Dos de ellos la tomaron con mucha fuerza, uno de ellos no parecía un enfermero, pero estaba vestido como si lo fuera.

Sólo se quedó de pie, junto a la puerta, mirando cómo la sostenían, la sedaban y la ataban a la cama.

No quería cerrar los ojos. ¿Quién estaba de pie en la puerta? ¿Por qué sólo la miraba? ¿Por qué ella sólo quería mirarlo? Quería hablar, intentar preguntar, pedirle que se quedara con ella, pero el sedante ya había surtido efecto.

Todo se volvió oscuro.

Comenzó a abrir los ojos. No recordó, al comienzo, qué había ocurrido. Miró a su alrededor. Mientras reconocía la habitación comenzaba a recordar la desolación que sintió.

Ese impulso de quitarse la vida. De terminar con todo. No quería vivir más a oscuras, se sentía perdida, devastada y ahora, parecía que nunca acabaría.

-Hola Vi- Esa voz la conocía. La felicidad que sintió fue inexplicable. Era como si su corazón lo siguiera recordando mientras que su cabeza no lograba hacerlo. De inmediato giró la cabeza en busca de quién le había hablado.

– ¿Vi? – Hace tanto no escuchaba que le decían así. Ahora sólo era la paciente Violeta. Se sintió plena, recordó una sensación de felicidad que no sabía de dónde salía ni por qué la recordaba.

-Perdóname, no pude hacer nada- La estaba mirando tan fijamente a los ojos que si sintió abrumada. Sus ojos comenzaron a encharcarse.

– ¿Qué… qué pasa? – No comprendía por qué sentía que todo lo malo acabaría si sólo pudiese abrazarlo.

– Dime que no me has olvidado, te lo suplico- Vio cómo dos lágrimas cayeron por la mejilla de aquel hombre. Cada vez sentía que todo era más confuso y al tiempo más claro. Si estaba a su lado estaría bien, pero no sabía por qué.

– ¿Te conozco? – Casi pudo ver en el rostro de él cuanto dolor sintió al escuchar aquello. Por alguna razón a ella también le dolieron esas palabras. Sintió una presión en el pecho que quería aliviar con lágrimas

-Vi, soy yo… por favor, no me abandones tu- Se comenzó a acercar a sus labios. El corazón empezó a palpitar tan rápido que su respiración se agito. Sus manos comenzaron a sudar frío, a pesar de estar atadas aún.

En cuanto sus labios se tocaron, sintió una corriente por todo su cuerpo que le hizo comprender que no importaba quién era, sólo necesitaba estar con él.

– ¿Puedes sacarme de aquí? –

-Vine por ti… vine a proponerte que huyamos. No quiero que nos separen de nuevo. No permitiré que te convenzan de que no existo-

-No entiendo de que hablas- Cada vez era más confuso, pero más seguro que huiría con él. Pero no podía preguntarse ¿Qué pasaba por su cabeza? Huiría con un desconocido y se sentía feliz… debería temer

-Mañana, cuando tengas tu hora libre. No vayas al patio de enfrente. Pide que te dejen dar una vuelta por el costado, allí no te verán- Parecía un plan muy elaborado, ¿cuánto tiempo llevaba observándola?

– ¿Mañana? – Preguntó anonadada

-Si. Ve hasta la reja que demarca el límite. Allí estaré yo. Allí te esperaré-

– Entonces… ¿Estaremos juntos? – Sus ojos brillaban. Recordaba la calidez de su mirada, de sus manos tocándola, pero aún no recordaba por qué

-Nunca te dejaré, Vi. Te juro que siempre estaré contigo- Salió de la habitación.

 

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Ana María Rojas Castañeda

Abogada de profesión. Aficionada a la literatura por pasión. Escribo pensando historias que quiero transmitir, que espero que alguien conozca y logre disfrutar
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