“Murmuró que yo era extraño, que sin duda me amaba por eso mismo, pero que quizá un día le repugnaría por las mismas razones”
-Que linda frase- pensó mientras sonreía, de la única forma que lo hacía últimamente, con melancolía; como si la sonrisa fuese un reflejo muscular, no la expresión de un sentimiento
– Camus siempre supo qué decir. Ojalá yo lo hubiera sabido también cuando…-miró la cuenta, levantó la mirada como esperando verlo. Estaba en su restaurante favorito, ni siquiera sentía hambre, sólo quería estar en un lugar que le recordara ese sentimiento. Todo estaba igual, las mesas, las sillas. Incluso el mismo sujeto que se sentaba solo con una taza de café y pasaba allí tantas horas mirando hacia la nada. –
Tal vez yo termine siendo ese sujeto- Suspiró y caminó a casa.
-Violeta, ¿otra vez llegando tarde? Es el cumpleaños de tu hermano, te estábamos esperando- Dijo su madre, entre molesta y resignada. Caminaba rápidamente terminando los preparativos. Su casa estaba llena de ruido y celebración. Había tanta felicidad por todas partes y ella sólo podía sentirse cada vez más desdichada.
– ¿por qué tan triste, Vi? – preguntó amablemente su abuela. Fue inevitable sonreír, la abrazó esperando desaparecer, esperando recordar algo -Todo mejorará, créeme, yo lo sé. Todo mejorará- susurró en su oído, con tanta convicción que, por un momento, pensó que podía ser real. La miró a los ojos con lágrimas en ellos y corrió a su cuarto antes de ser vista. -Yo te cubro- dijo su abuela antes de volver a la fiesta.
-Vi- sonrió mientras las lágrimas caían, cerró la puerta del cuarto y se sentó en su cama. Estuvo allí por diez, tal vez quince minutos, que parecieron sólo dos. Inmóvil, mirando el suelo, pensando en nada y a la vez en todo. -No puedo seguir así, debo reponerme-pensó mientras ponía su cabeza entre sus manos.
Él había sido bueno con ella, no lo conoció lo suficiente, tal vez nunca lo conoció realmente. Pero el sentimiento que tenía era el mejor recuerdo que guardaba. Se quedó dormida pensando en lo rápido que todo pasó, preguntándose ¿cómo alguien, en tan poco tiempo, puede hacerte sentir la persona más afortunada y desdichada?
Aquel día estaba sentada sobre césped, no parecía muy bien cuidado, miró a su alrededor, parecía un parque cercano. Había pocas personas, algunos animales y dos niños en los juegos infantiles. Trató de reconocer el sitio, pero no tenía un punto de referencia para lograrlo, miró a su alrededor, junto a ella había una manta extendida, ¿quién estuvo aquí? -se preguntó- trata de recordar-insistió. Había algo importante que estaba omitiendo.
Después de aquella escena, sólo recordaba que atardecía, el cielo se veía igual. Sólo trozos de recuerdos en desorden. Esta vez, viajaba en la parte trasera de una moto, lo abrazaba. Era tan feliz a su lado, sentía que nada la podría lastimar. En su mano izquierda llevaba una flor. La había tomado hace un momento. -Siempre recuerda que por ti hice y haré lo que sea. Porque te amo, Vi. Te amo- Sus palabras sonaron tan sinceras que no pudo dejar allí aquella flor. Su rostro seguía sin ser claro para ella, sólo sus palabras seguían resonando. La tomó para guardarla y recordar siempre que, al menos por una vez, alguien la consideraba perfecta. Parecía que había nacido para llegar a ese momento.
Iban en la moto. Carretera despejada. Atardecer hermoso. Con su brazo derecho lo abrazaba, con su mano izquierda sostenía la flor… la hermosa flor. Vio que un pétalo se soltó, salió volando. Había mucho viento, miró hacia atrás y vio cómo se perdía en la inmensidad del horizonte que abandonaban.
Un ruido interrumpió el instante, se sintió aturdida y asustada al tiempo. Quiso mirar al frente, pero, aquella milésima de segundo fue más rápida que su intención. Sintió un golpe seco, su cuerpo comenzó a flotar. Se sintió en el aire, atemorizada por la caída inevitable. Al tiempo sin comprender qué estaba pasando. Dicen que en esos momentos la vida pasa enfrente de los ojos de quién lo está viviendo. Ella sólo podía verlo a él. Vio segundo a segundo cómo todo ocurrió.
Parecía que su cuerpo había salido expulsado para que todo fuera más claro desde un ángulo más amplio, más enfermizo y doloroso. Lo miró. Podía jurar que él la había mirado también. Podía jurar que sus ojos decían el adiós que no quería aceptar. Podía jurar que una parte de ella se fue con él.
Su rostro seguía siendo confuso. La sensación cada vez más clara. Después de aquello sólo recordaba luces fuertes, mucho llanto. Silencio profundo. Una habitación desconocida, una completa desconocida que decía ser su madre. No recordaba nada, ¿quién era? ¿Cuál era su nombre? ¿Quiénes eran esas personas que tanto se alegraban de verla bien? ¿dónde estaba él? Eso si lo recordaba, sus ojos suplicantes y a la vez tranquilos. Su sonrisa. Sus palabras… la flor, aquella hermosa flor que ahora no volvería a ver.
Se levantó empapada por las lágrimas, no recordar resultaba ser tan doloroso como hacerlo. Se sentía perdida. Todos habían sido muy amables con ella, se habían esforzado mucho en decirle quién era y cuánto la amaban. Violeta sólo quería saber ¿qué pasó? ¿qué intentaban decirle esos ojos? ¿quién era el misterioso acompañante? Cada vez que intentaba hacer preguntas, su familia se ponía a la defensiva, cambiaban el tema, la dejaban sola. Todo para no mencionar lo que ocurrió aquel día y eso sólo la inquietaba más.
Sacó de su bolsillo un pequeño un número que había encontrado mientras buscaba opciones. -Psicoanálisis, ¡Jah! ¿Tan bajo he caído? – Dijo en tono sarcástico – Bueno, tampoco tengo mucho que cuidar, no me quedan amigos y me he alejado de mi familia… ¿qué más puedo perder? – Se levantó, secó su cara, tomó su billetera y caminó rápida y sigilosamente hacia la puerta de salida.
Lo logró sin ningún percance, ahora sólo quedaba encontrar aquella dirección. La buscó menos tiempo del que esperaba. Estaba tan nerviosa que sólo se quedó de pie frente a la puerta hasta que un joven le preguntó si deseaba entrar.
-Si. Sólo estoy un poco nerviosa y me preguntaba, ¿cómo funciona? – dijo un poco avergonzada. El joven sonrío amablemente, le mostró el camino mientras decía
– No tienes de qué avergonzarte. Sólo inténtalo y decides si quieres volver- Esperaba una entrada espeluznante como en las películas, pero no fue así, parecía un consultorio normal, todo se veía tranquilo.
Se quedó en la sala de espera hasta que llegó su turno.
-Acércate, por aquí. Siéntate frente a mi y comenzaremos- le dijo en un tono calmado, – ¿Qué te trae por aquí? – le preguntó.
– Tengo amnesia, no recuerdo algunas cosas- Dijo tímidamente
-Trataremos de recordar- lo dijo mientras se levantaba de la silla para tomar algunas cosas. – ¿Estás de acuerdo?
-Si, por favor, ¿qué debo hacer? – Asintió, intentando ser valiente
-Sólo cierra los ojos, escucha mis palabras, deja tu mente en blanco y lo lograremos. Así fue, tomó poco más de veinte minutos y muchas instrucciones lograr la concentración necesaria -Ahora dime, ¿qué recuerdas de aquel día? No la historia incompleta, busca los detalles.
Las imágenes comenzaron a llegar a su cabeza como un torbellino. Sentía que su cerebro explotaría. Lo recordaba. Su cara, su voz. Una carta. Un beso. Recordó el accidente, cayó al suelo y se golpeó la cabeza antes de darse cuenta qué había pasado con él. Un nombre. ¡Recordó un nombre! “mucho gusto, me llamo Juan” Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Lloró inconteniblemente.
Nuevos recuerdos llegaron a su cabeza. Ahora la historia estaba completa y comprendía por qué su familia no quería hablarle de aquello, no querían lastimarla. Al menos eso pensó. Salió corriendo de allí. Llegó a su casa, la fiesta había terminado. Sólo quedaban unos cuantos, pero eso no la detuvo. -¡MAMÁ!- gritó desde la puerta – Debes decirme ahora mismo qué pasó aquel día, necesito escucharlo de ti- siguió gritando mientras se acercaba intimidante.
-Cálmate, Vi. Por favor, no le hables así a tu mamá- dijo su abuela sollozando.
-Ya estoy harto de esto. Yo te lo diré- dijo su hermano. Nunca había parecido tan mayor como ahora. No se dio cuenta cuándo creció, ella lo seguía viendo como aquel niño incapaz de ponerse los zapatos correctamente. -Siéntate, te contaré qué pasó-
-Esa mañana preparaste un Picnic, muy temprano, te fuiste. No dijiste dónde estarías-
-Si, lo recuerdo, estuve con él todo el día. Pero necesito saber qué pasó con él. Quiero saber si está bien- Necesitaba despejar dudas cuanto antes ¿había muerto en aquel accidente?
-Esto me corresponde a mí. Yo te contaré que pasó- Dijo su madre mientras se sentaba a su lado. Tomó su mano, la miró a los ojos – Tu recuerdas alguien que nunca existió. Por casi un año decías salir con alguien que nunca conocimos, que nadie conoció. Inició con cartas, regalos que tú te enviabas. Contabas historias que no tenían ningún sentido. Esquizofrenia Paranoide, diagnosticaron.
-¡No! espera. ¡Estás cambiando las cosas! – Nada de esto era lo que había recordado. De nuevo se sentía en blanco, sin saber qué pasaba realmente. Pero si ella lo recordaba ¿o no lo hacía? Su madre continuó.
-Aquel día, huiste. Saliste tan temprano que nos preocupamos, decías tener una cita. Fuimos a buscarte en el auto tu hermano y yo. Cuando te encontramos, estabas en un parque sola. Sentada sobre una manta, mirando una flor mientras hablabas. Intentamos acercarnos para llevarte a casa. Pero huiste, corriste lejos de nosotros. Mientras subimos al auto te perdimos de vista. Creímos que podríamos alcanzarte. Algo pasó, No hubo testigos. Estabas en el suelo cerca de una moto.
Violeta trataba de respirar, pero cada vez le costaba más. Se sentía mareada, con náuseas. Estaba harta de todo esto. Su madre continuó.
-Los médicos dicen que quedaste inconsciente antes de llegar al suelo. Estuviste en coma por más de tres meses y cuando regresaste no recordabas nada. Quisimos aprovechar la oportunidad para que olvidaras todo. – le dijo entre lágrimas.
Violeta sintió cada una de esas palabras como golpes en el corazón ¿entonces él nunca existió? ¿Qué era ese sentimiento que recordaba? ¿Había estado escuchando voces o simplemente era un amigo imaginario? ¿Sería posible que… pero esa mirada… nada fue real?
– ¿qué me estás queriendo decir? – la confusión la abrumaba. Sabía que quería decir, pero necesitaba escucharlo.
– Trato de decirte, hija, que antes del accidente estuviste interna por más de un año en un hospital psiquiátrico. Aquel día huiste diciendo que tenías una cita que no podías cancelar- Ya no sabía qué creer, ¿qué era verdad?
Pero aquella mirada existía. Lo sabía y la encontraría de nuevo, no importaba qué. Se levantó del sofá. Salió corriendo a la calle. Un ruido fuerte se escuchó. Todos en la cuadra gritaban.