fbpx

Señales

Su respiración estaba muy agitada. Se sentía sudorosa. Agotada. Había corrido mucho. Sabía que sus piernas pronto dejarían de responder y no habría vuelta atrás.

por | Jun 14, 2020 | Antioquia Literaria

Su respiración estaba muy agitada. Se sentía sudorosa. Agotada. Había corrido mucho. Sabía que sus piernas pronto dejarían de responder y no habría vuelta atrás. La noche era oscura, al menos comenzó a serlo cuando todo esto inició. Antes de eso, había estado admirando la hermosa y brillante luna que iluminaba cada rincón de la ciudad. Ahora parecía una maldición no encontrar un lugar dónde esconderse.

Aquella noche había salido con su amiga, aunque no era realmente lo que quería. Lo único que esperaba era poder llamar la atención de su esposo. Él había estado distante, algo extraño de unos meses para acá. Sus turnos en el trabajo comenzaron a ser largos, nocturnos. A veces, incluso, hasta la madrugada. Nunca estaba en casa. Cada día era una pesadilla preguntándose ¿por qué? Su amiga, cansada de verla llorar, insistió que fueran a aquella fiesta.

Para todos los que veían el cambio en él, era muy clara la situación. Pero ella no lo quería aceptar por completo. Se negaba a pensar que el hombre que amaba la engañaba. En principio no quiso ir a la fiesta, le parecía absurdo una fiesta de disfraces a su edad. Se lo comentó a él esperando que sintiera un poco de celos. Tal vez que se pusiera un poco incómodo. Pero no fue así. Contrario a esto, su respuesta fue bastante animosa. La alentó a que fuera -ese día trabajo hasta tarde, así no estarás llamando todo el tiempo- le dijo. Parecía que no quería estar con ella, al menos eso sintió.

Sólo por esa conversación decidió ir, darse una oportunidad. -Si él tiene alguien más en su vida, yo puedo conseguirlo también- hizo propias las palabras que tanto le habían dicho quienes conocían la situación. Cuando salió de casa, él aún no llegaba. Su plan se arruinó. Había pasado horas arreglándose. Consiguió el disfraz más sexy que encontró (aunque no sabía de qué estaba disfrazada) para tener una última oportunidad en que él le pidiera que no fuera. Siempre le enseñaron que los celos son muestra de cariño. Así que sólo buscaba causarlos en él.

La noche se le hizo tediosa y larga. Agradeció la máscara que llevaba puesta. De lo contrario, hubiese pasado por grosera en más de una ocasión. Su amiga comenzó a tomar y pronto se olvidó de ella. Llegando la media noche, aún no recibía noticias de su esposo. Los celos, rabia y desesperación, sumados al alcohol, se apoderaron de ella. Nada bueno resulta de aquella mezcla.

Salió del bar con su celular. Comenzó a llamar. Buzón de mensajes. Últimamente era lo único que escuchaba cuando lo llamaba. Tres llamadas. Todas rechazadas. No lo soportó más. Le dejó un mensaje diciéndole cómo se sentía, no en los mejores términos, a decir verdad. Su malestar era tal, que por momentos sentía que podía estar bien con la idea de compartirlo si sólo pudiera tenerlo por un tiempo fijo. Sólo quería que le dieran su lugar. Era la esposa. El resto del tiempo quería cachetearse por pensar algo semejante.

Después de dejar un extenso mensaje de voz muy incoherente, finalmente colgó. Pensó que había sido una mala decisión ir a aquella fiesta y prefirió volver a casa de inmediato. La noche era fresca, la luna estaba hermosa. Hacía una linda noche y estaba en un buen vecindario. Decidió que disfrutaría un poco más del paisaje caminando hasta cierto punto y entonces allí, tomaría un taxi.

Comenzó a caminar. Nuevamente su máscara fue de gran ayuda para ocultar el nivel de alcohol que ya comenzaba a notarse en sus gestos. No se dio cuenta cuánto había tomado allí sentada viendo cómo todos se divertían. Hace años había renunciado a esa vida de soltería, fiesta, alcohol, por un matrimonio que, tal vez, se estaba yendo al caño.

No pudo evitar reírse al notar la ironía de la situación. Decidió llamarlo una vez más para decirle lo que sentía justo en ese momento. Mientras buscaba el celular en el bolso. Recordó que sus llaves las tenía su amiga – No permitiré que te vayas solas. Mucho menos con todas las noticias de estos días- Recordó todas aquellas noticias sobre mujeres desaparecidas y decidió entregárselas por precaución antes de entrar al bar y ahora le había jugado en contra.

De inmediato dio media vuelta para volver. Cuando lo hizo. Notó que un hombre estaba parado tras de ella. Había una distancia. Pero algo en su aspecto la puso nerviosa. Tal vez porque tenía el atuendo típico de protagonista de película policiaca. Vestía de negro con gorra, chaqueta y jean. Manos en los bolsillos y mirada al suelo.

Recordó las advertencias y sintió miedo. Aún así, mantuvo la compostura, fingió que no había notado su presencia y siguió caminando mientras pensaba en un desvío que la llevara a un sitio poblado. Comenzó a acelerar el paso, pero de nada servía, él también lo hacía.

El pánico comenzó a apoderarse de ella. Temía voltearse y verlo allí. Pero al mismo tiempo la sensación de persecución la estaba descomponiendo. Redujo de nuevo la velocidad esperando que él la sobrepasara, pero no lo hizo. Contrario a eso, sólo comenzó a ver como su sombra se acercaba. Lo confirmó. La seguía.

Era increíble. Siempre pensó que cosas así le pasaban a los demás. Pero nunca a ella. Siempre conoció el amigo de un amigo al que le pasó lo que estuviese de moda. Pero nunca ella. De cierto modo, se sentía inmune a los riesgos. De cierto modo, pensaba que no tenía ningún sentido preocuparse por cosas que les pasan a otros. Que se ven en la noticia. Pero no le pasan a nadie conocido. -A lo mejor y no es cierto- Llegó a pensar con algunas noticias -Quién sabe qué estaría haciendo- dijo en algunos momentos. Pero ¿qué estaba haciendo ella? Sólo estaba disfrutando la noche mientras caminaba a su casa.

La adrenalina se comenzó a apoderar de ella. La sensación de alicoramiento la abandonó poco a poco. Trató de pensar con calma. Debía quitarse los tacones, eso podría darle una ventaja. Sabía que cuando se detuviera para hacerlo, tendría sólo un segundo para correr porque él se daría cuenta de su plan y saltaría sobre ella de inmediato. Corrió el riesgo, pese a que la experiencia apostaba en su contra.

Se detuvo. Sin mirar atrás. Sólo tenía cómo guía la sombra que dejaba la luna en el suelo. Aquella forma oscura cada vez se hacía más grande. Cada vez se acercaba más a ella, sentía que la cubría toda, se sentía atrapada. Sus manos temblaban. La respiración se entrecortaba. Cerró los ojos pidiendo a quién correspondiera que la ayudara a salir de aquello. Quitó sus tacones. Los soltó en el suelo en sólo un segundo y antes de que tocaran el piso, corrió.

Una parte de ella esperaba que al verla correr aquel hombre renunciara a seguirla. Pero no fue así. Por primera vez giró la cabeza para corroborar su temor. La estaba siguiendo. El hombre corría rápido. Ahora no lo veía tan claro. Tal vez es el miedo que desfigura todo. Pero ahora lo veía más atlético que antes. Su cara estaba sumida en una sombra completamente oscura. Su cuerpo se movía tan ágil que parecía no tener dificultad para seguirla.

Aún así, siguió corriendo. Sus pies estaban cansados. Lastimados. La adrenalina que llenaba su cuerpo de electricidad se agotaba y ahora sólo tenía ganas de llorar. De rendirse, al final, ¿por qué luchaba? Tal vez si desaparecía su esposo la notaría… o tal vez no. No importa, no quería averiguarlo, no de esa forma. Olvidó planear una ruta de escape y sólo corrió por donde su instinto la guiaba.

Lamentablemente el instinto no siempre es la mejor compañía. Giró a la derecha y sólo cuando lo hizo vio que era el inicio de una construcción. No miró y se tropezó con algo. Ya no importaba con qué. Mientras su cuerpo caía inevitablemente al suelo. Pudo sentir cómo su vida se desvanecía. Comenzó a pensar en qué pasaría ahora que no iba a estar. Por un segundo se rindió.

Cayó. Giró para intentar levantarse y continuar corriendo. Pero no lo logró. Aquella caída le había costado la poca ventaja que había conseguido. La sombra oscura se acercaba rápidamente hacia ella. Le tomó el pie derecho desde su tobillo y la haló. Ella intentó resistirse, pero ¿a quién quería engañar? No le quedaban fuerzas. Aún así, peleó. Con el otro pie trató de golpearlo. Él se acercó para tapar su boca. Instintivamente lanzó la patada más fuerte hacia su cara, tal vez si lograba desorientarlo podría huir nuevamente.

Su plan funcionó, a medias. Él golpe lo lanzó al suelo. No pudo evitar acercarse al notar que la máscara que él llevaba puesta se había caído por el impacto. Imaginó mil cosas, pero nunca lo que vio. Ahora entendía por qué su esposo no de volvía sus llamadas.

<H2><a href="https://www.antioquiacritica.com/author/anarojas/" target="_self">Ana María Rojas Castañeda</a></H2>

Ana María Rojas Castañeda

Abogada de profesión. Aficionada a la literatura por pasión. Escribo pensando historias que quiero transmitir, que espero que alguien conozca y logre disfrutar
BANNER PAUTA

Conectémonos en …

Te puede interesar

El Cassette

El Cassette

El Cassette. Era un día como tantos otros, lleno de monotonía y pereza de mediodía. Una tarde infinita de dolores inquietos que vienen y van, pero sobre todo vienen y sobre todo no se van…

Sigue leyendo lo más reciente

Culminó fiesta del libro virtual

Culminó fiesta del libro virtual

Más de 300 mil visitas registró la 14.ª Fiesta del Libro y la Cultura, que se realizó de forma virtual debido a la emergencia sanitaria causada por el Covid – 19.

Lazos

No tenía una pista, ni una idea de dónde podría estar. Cada vez que comenzaba a investigar se daba cuenta que no es tan fácil como parece en aquellos programas estadounidense dónde en menos de una hora atrapan el villano.

Espejismo

Promesa

¿Aquel hombre de verdad existía? necesitaba saber más ¿por qué ahora? ¿por qué a él? ¿por qué siempre pareció un invento de la imaginación de Violeta y ahora se aparecía frente a sus ojos?

Espejismo

Ciclos

Tomó sus cosas, subió al auto y condujo sin rumbo. Se detuvo cuando su cuerpo lo exigió, entró a un hotel barato al borde de la carretera. Se sorprendió cuando notó la belleza de la recepcionista que allí trabaja.