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Él es un ser diferente

No es tan fácil. “Decime que Oscar está con vos”, fue la frase que escuché inmediatamente después de descolgar el teléfono. Oscar Echeverri es una persona muy especial para mí. Él hace parte de un selecto grupo de amigos que tengo desde la infancia.

por | Feb 28, 2021 | Crónica

Él es un ser diferente. “Decime que Oscar está con vos”, fue la frase que escuché inmediatamente después de descolgar el teléfono. Oscar Echeverri es una persona muy especial para mí. Él hace parte de un selecto grupo de amigos que tengo desde la infancia.

De esos amigos que son como la otra familia que uno escoge, de esos que no dicen lo que uno quiere escuchar, sino la verdad, de esos que saben qué es lo mejor para mí. La diferencia entre Oscar y los demás es que él está enfermo.

Existen enfermedades muy extrañas que deterioran gradualmente la parte física, pero la de Oscar le hace perder la razón. Luego de varios análisis psiquiátricos y de un estudio objetivo y riguroso cuando apenas tenía quince años, fue diagnosticado con Trastorno depresivo mayor, además de Esquizofrenia Paranoide.

Él es diferente

Por eso un día de noviembre de 2008 doña Olivia, la mamá de Oscar, había llamado a mi casa con la esperanza de que él estuviera conmigo. Normalmente cuando uno sabe que alguien es enfermo mental o esquizofrénico, se
imagina un loco deambulando por la calles, sucio, despeinado y sin hogar.

Oscar es diferente, pues nació en una familia de clase media alta. Tiene 35 años, mide 1.80 metros de estatura, es trigueño, pelo negro abundante, con una dentadura bien cuidada, pienso que lo más bonito que tiene es su sonrisa, siempre está vestido a la moda y anda muy perfumado.

Además de sus evidentes cualidades físicas, es una persona amable, sincera, inteligente y buen conversador. Creo que su enfermedad ha afectado considerablemente su mente, pero pasa algo extraño, a medida que disminuye su capacidad mental aumenta su inteligencia.

Adicciones

Las adicciones que padece Oscar no son lo que llamaríamos normales, pues en la sociedad las más frecuentes son el
alcoholismo, farmacodependencia y adicción a las sustancias psicoactivas. Otras personas en la actualidad están aceptando ser adictos a la ludopatía, al sexo, a la pornografía, a la televisión y a las nuevas tecnologías.

A Oscar el producto más insignificante le puede causar adicción. Ha estado hospitalizado más de veinte
veces en la clínica Sameín de El Poblado, inclusive, él piensa que ha estado más allá que en su propia habitación. Las recaídas de Oscar se deben en su mayoría a productos como el chocolate, el cardamomo, la zanahoria, el café, entre otros. Todos son artículos que los demás consumimos con naturalidad, pues hacen parte de nuestra canasta familiar.

Los Cheetos

Un martes como a las once de la mañana llegó a visitarme a mi casa con un paquete grande de Cheetos. Las visitas de Oscar son de todo un día y están acompañadas de conversaciones muy interesantes. Hablamos de la situación del país (que siempre es mala), de la vecina que le gusta o del libro que está leyendo esa semana, tocamos temas normales de la cotidianidad y casi nunca hablamos de su enfermedad.

A veces aprovechamos y vemos películas. Yo reservo el tiempo necesario para él, para mí es un día de descanso. Escuchamos música, siempre la de Bob Marley que es su cantante favorito, pues afirma que cuando lo escucha siente
la arena de la playa en sus pies, en especial “Jammin” que lo transporta a Jamaica, su isla preferida. Recuerdo una vez que su mamá me preguntó con preocupación “Mija, ¿será que Oscar de tanto escuchar esa música se irá a volver mariguanero?”.

Ese día cuando conversábamos, yo había estado muy pendiente de él y según mis cálculos iba por el quinto paquete de Cheetos, pero de los grandes. Cuando le pregunté por qué estaba tan ansioso, me contestó: “Amiga, yo creo que ésta es mi nueva adicción”.

Me contó que hacía aproximadamente una semana que solo comía Cheetos, que ese sabor salado y las partículas que quedaban en los dedos, le encantaban. Él estaba visiblemente consternado, se sentía culpable por disfrutar de esa sensación y yo como por ayudarlo le dije: “Oscar, ¿por qué no intentás en un grupo de esos de autoayuda
como el de narcóticos anónimos? Él me miró fijamente y me contestó: “Marce, en serio, ¿vos creés que yo soy capaz de sentarme con un grupo de extraños? Además ¿qué les voy a decir?: ‘Buenas tardes compañeros, yo soy Oscar y como Cheetos’.

Yo evadí su mirada, pues me daba vergüenza reconocer que su comentario me había parecido muy gracioso, pero
segundos más tarde estábamos riéndonos a carcajadas.

Amigos imaginarios

Además de sus adicciones, Oscar hablaba con personas que sólo él veía. Un día salió muy temprano de su casa con un morral y no se despidió de su mamá. Cuando ella se dio cuenta de que faltaba ropa en su closet y que se había llevado el dinero que tenía en su “caja de sorpresas” (lugar donde guarda todo lo que significa algo para él), fue cuando me llamó alterada.

Cuando yo la sentí tan nerviosa, le dije que se tranquilizara que yo lo iba a buscar en la Villa de Aburrá en Belén, que era adonde le gustaba estar y que más tarde la llamaba. Resulta que la búsqueda terminó cuando Oscar llamó a su mamá y le dijo que estaba en Cartagena. Le explicó que él se había sentido muy estresado y quería relajarse.

Que había decidido irse al aeropuerto de Rionegro y tomar el primer avión rumbo a su mar, a ese mar que le pertenece solo a él. Su mamá le suplicó llorando que se devolviera, que podía pasarle algo, él con esa paciencia que lo caracteriza le dijo que no se preocupara, que se encontraba acompañado de un amigo que conocía muy bien la ciudad.

Su mamá le pidió que le pasara al teléfono a ese amigo y el accedió, doña Olivia comenzó a interrogar al amigo, pero nunca recibió respuesta, entonces comprendió que era una de esas personas que él jura ver pero que no
existen. Resignada le dijo que la llamara cuando necesitara algo y que por favor no fuera a consumir ninguna droga o licor.

Nunca supimos que pasó en Cartagena. No sabemos qué hizo, con quién estuvo, qué comió, dónde durmió. Lo único cierto es que después de diez días, Oscar llamó a su mamá para decirle que ya iba a regresar, que había descansado lo suficiente y que ya le hacía falta Medellín. Su mamá feliz le dijo que lo esperaba, que llegara rápido que toda su familia y sus amigos lo extrañaban. Al otro día, Oscar regresó a su casa. Cuando entró, descargó su maleta y antes de saludar lo primero que hizo fue pedirle a su mamá que lo oliera.

Ella se acercó a su cuello y le dijo: “Si mi amor, hueles delicioso”. “Así huele la brisa mamá” le contestó. Yo fui corriendo a saludarlo, cuando lo vi, lo abracé y le pregunté con lágrimas en mis ojos por qué se había ido sin mí, él sonrió y me abrazó con más fuerza, así nos quedamos unos segundos hasta que me dijo: “Marce, vea pues yo le
presento a mi nuevo parcero”.

Yo miré hacia el espacio vacío que él me señalaba, miré a su mamá y a su papá como esperando una
respuesta y éste último me hizo una seña de sígale la corriente, entonces tuve que estrecharle la mano a su amigo invisible.  Aquel hombre imaginario se llamaba Juan a secas y fue nuestro compañero de charlas, caminatas y cenas por espacio de una semana.

Para Oscar era tan real su presencia que teníamos que hacer silencio mientras él opinaba o suspender la velada
porque él ya estaba cansado y quería ir a dormir, inclusive cambiar la música porque no le gustaba. Algo muy curioso que recuerdo mucho es que siempre que estaba Juan “presente” permanecía en el ambiente un aroma
como a yerba buena, esto se debía a que Oscar quemaba varitas de incienso en su casa, pues según él, a su amigo Juan le daba rinitis el frío de Medellín, inclusive, a veces Oscar se quedaba callado mientras él estornudaba.

No es tan fácil

Realmente no era tan fácil seguirle la corriente, en ocasiones sentía como que esa persona sí estuviera ahí, me daba
miedo pensar que podría escucharlo, llegué a sentir terror en los momentos en que Oscar me dejaba a solas con él, como que estuviera viviendo un capítulo de la película Sexto Sentido y mi acompañante estuviera muerto, estaba tan nerviosa esos días que terminé preguntándome: “¿Será que Oscar ve muertos?, ¿será que realmente no está enfermo?” Por eso agradecí la noche en que Juan ya cansado de Medellín, decidió volver a su hogar.

Aunque la naturaleza exacta de las adicciones de Oscar continúan siendo motivo de análisis científicos, ojala haya
descubrimientos pronto que nos faciliten a sus amigos y familiares la comprensión de este fenómeno. Por ejemplo, cómo explicar que un martes a eso de las tres de la tarde yo salía para una reunión y cuando estaba esperando el taxi, miré al frente y vi a Oscar agachado en una esquina jugando con una moneda.

Las monedas

Lo llamé varias veces pero él no me escuchaba. Decidí pasar la calle hasta el lugar donde él estaba y le
toqué el hombro, el seguía concentrado en su moneda. Pasaron unos minutos y ya la gente comenzaba a mirarnos, me agaché como para simular que estaba buscando algo, de pronto él me miró y me reconoció, se puso de pie y mirando hacia el piso me preguntó: “¿Qué hago?”, yo seguí mirando la moneda que el giraba en su mano y le
dije: Pues no sé, ¿por qué no juntamos esa moneda con otra mía y nos compramos dos tintos y así aprovechamos para conversar?

El sonrió y me dijo que eso no solucionaría nada, que él tenía que tomar una decisión. Le pedí que me diera la oportunidad de ayudarlo, que por favor me contara lo que le estaba pasando. Él se quedó en silencio y sin quitar la mirada de la moneda me dijo: “Mirá, yo sé que no te vas a ir hasta que te diga qué me pasa, ¿cierto?”, yo asentí,
él sonrío y continuo: “Lo que pasa es que esta mañana yo salí a la tienda que queda al frente de mi casa, la de don Tacaño, ¿te acordás? Y cuando estaba esperando que “don Taca” me devolviera, un señor que yo nunca había visto en mi unidad me saludó y me preguntó que si yo sí estaba preparado para la tarea de hoy, yo le dije que sí, que yo estaba preparado para todo”. Yo lo interrogué: “¿Y vos para qué le contestaste eso, sino lo conocías?

Él me cogió de la mano y comenzó a caminar conmigo por la acera, pasamos dos cuadras y me dijo: “Marce, hay cosas que vos no entendés. Hay personas que vienen para guiar mi camino y me piden que haga cosas y yo tengo que estar preparado para todo, además este señor me dijo que yo era el elegido”. Yo sonreí y le dije: “Claro
Oscar, por eso es que nuestra película favorita es Matrix, ¿no entendés?

Él seguía mirándome. “!Vos sos Neo, el elegido!” le grité, él sonrió y me abrazó, su cara cambió completamente, como si por un instante la felicidad se hubiera apoderado de él, luego me dijo: “Bueno, entonces vos llamás a mi
mamá y le explicás, decile que yo tengo una misión y que ella tiene que entender”.

La tarea de tranquilizarlo

Era tan fácil hacer tranquilizar a Oscar, simplemente tenías que demostrarle que le creías. El siguió caminando por toda la carrera 76, yo me quedé mirándolo y esperando que se alejara un poco para poder llamar a su mamá. Más tarde estábamos doña Olivia y yo persiguiendo a Oscar por todo Belén.

El caminaba tranquilo, pero de pronto en cualquier esquina paraba, tiraba la moneda y giraba. Nosotras corríamos para poder alcanzarlo sin que él nos viera. En este jueguito estuvimos hasta casi las nueve de la noche, hasta que de pronto el volteó y nos gritó: “Listo, vámonos para la casa que estoy mamado”. Estaba convencida
que cumplíamos a las mil maravillas con nuestra labor de espionaje, pero nada, el sabía que lo perseguíamos desde hace rato.

A esas alturas ya estábamos cerca de la glorieta de la calle Colombia con la avenida 80. Paramos un taxi y recorriendo el camino de vuelta, ninguno de los tres pronunció una sola palabra.

Semanas después en otra de sus visitas comprendí que el señor misterioso que le había encomendado la misión, le había dado instrucciones precisas para que él recibiera unas señales, parara y tirara la moneda, si caía sello volteaba a la izquierda y si caía cara volteaba a la derecha. Nunca me explicó cuál era la misión, solo me
dijo que algún día me iba a sentir muy orgullosa de él.

Las depresiones

No todas las crisis de Oscar tienen que ver con amigos imaginarios o con adicciones a algún producto. También tiene que luchar con depresiones increíbles que lo hacen encerrarse en su apartamento por espacios muy largos. Una vez dejó de salir por un año. No quería ver a nadie, se dedicó a leer El Quijote de la Mancha, terminaba
el libro y comenzaba a leerlo de nuevo.

Casi que puedo asegurar que se sabe de memoria muchos capítulos. En estas épocas de encierro, aumentaba de peso, se dejaba crecer la barba, llegó a pesar ciento nueve kilos. Convertía su habitación en una guarida, en un refugio para librarse del peligro, cubría las ventanas con lonas pesadas, trancaba la puerta con una silla, decía que era el único lugar donde no podían entrar esos guerreros que lo perseguían.

Cuando yo lo visitaba, entraba a su oscura habitación, me sentaba en un espacio que no estuviera ocupado con sus libros, él ni siquiera me miraba, yo permanecía en silencio, pero después de un par de horas me decía con una
indiferencia impresionante: “Bueno Marce, disfrutar más de tu compañía sería gula, ya estoy feliz otra vez, creo que te podes ir”.

Yo me paraba en silencio, me acercaba a él y le besaba la frente. Él… sonreía como siempre.

Quererlo es fácil

Querer a Oscar es muy fácil, pero ser su amiga no tanto. Había ocasiones que a uno se le quería salir el corazón cuando el perdía la razón. Verlo sentado en la sombra, lejos de la luz del día, en una silla ortopédica con un batola blanca, una camisa de fuerza, y lo más triste… su mirada pérdida, como mirando nada, como que su espíritu lo
hubiera abandonado, sin reconocer a nadie, viviendo de forma silenciosa su desesperación, como esperando que vuelva el Oscar que él quiere ser en esa habitación en la que ha estado tantas veces y que nunca ha querido volver.

Hay algo irónico y es que Oscar jamás se ha vuelto adicto a las mujeres, para él hubiera sido muy fácil serlo. Lo digo no sólo por su aspecto físico sino porque él es encantador y he conocido mujeres que lo persiguen. Inclusive, en uno de nuestros viajes a Isla Fuerte, otro de sus lugares favoritos, varias mujeres me preguntaban si el estaba conmigo, yo animada les decía: “No, tranquilas que solo somos amigos, si quieren se los presento” Ellas accedían y yo las llevaba hasta donde él estaba, cuando las veía venir conmigo, sonreía.

Pero era lo mismo, nunca pasaba de conversar o caminar con ellas, siempre me decía que admiraba su belleza, pero que no sentía nada más. Yo decidí no volver a insistir en el tema y se lo hice saber. “Te prometo que no vuelvo a presentarte a ninguna mujer”. le dije muy seria. “Mirá, lo que pasa es que estoy escribiendo un ensayo de cómo es la
mujer que yo quiero, cuando lo termine te lo muestro para que sepás a quien me presentás” me contestó con la misma seriedad.

Más difícil aún

Hasta el día de hoy no conozco ese ensayo y no puedo negar que me causa una curiosidad inmensa saber qué tipo
de mujer está esperando hallar, aunque también me asaltan las dudas ¿Cómo va a hacer para conocerla si no quiere buscarla? Y si la encuentra, ¿será que alguna mujer es capaz de tener una relación estable con Oscar? No sé, son muchas cosas, pero creo que si es difícil ser su amiga, es más difícil aún ser su novia.

Y si la parte afectiva de Oscar es complicada, la universidad es peor. Está intentando terminar su carrera, en la actualidad cursa el sexto semestre, pues ha tenido que suspenderla más de cinco veces por sus crisis e incapacidades. Además tiene que luchar día a día por distinguir quiénes de sus compañeros de estudio son reales y
quiénes no.

A veces termina entregando ensayos que no tienen nada que ver con su carrera, incluso, hace trabajos en equipo
pero con sus compañeros invisibles. Ah… y adivinen qué estudia… Sicología.

Intentando trabajar

Roberto, el papá de Oscar, en uno de sus tantos intentos por ayudarlo, lo convenció para que intentara trabajar con él en un concesionario de carros, del cual es socio. Al principio hasta doña Olivia se interpuso, sentía temor, no le parecía apropiado. Pero Oscar tomó la decisión y un día simplemente sin que nadie lo esperara se puso un traje azul oscuro que tenía guardado, se peinó, se untó gomina, se perfumó y dijo: “Listo papi, ¿Cuál carro es el que hay que vender?”. Así comenzó el primer día, del primer trabajo que ha tenido en su vida.

“Señor, este Chevrolet Aveo es el reflejo de todo su esfuerzo, este carro con su novedoso diseño exterior e innovadores detalles lo hacen tan diferente como usted”, le dice Oscar al cliente del día que llega buscando
un carro al concesionario de su padre.

No sé sabe a ciencia cierta cuál es el truco que utiliza Oscar para vender, pero lo hace tan bien que tiene la marca de haber vendido tres carros en un solo día. Yo creo que esa es su nueva adicción, pero ésta, a diferencia de las demás le genera bienestar, toda su apariencia ha cambiado, se toma todas sus medicinas de forma ordenada, hace ejercicio y se alimenta muy bien.

Conocer el mundo

Supe que está ahorrando porque quiere viajar por todo el mundo, especialmente, conocer todas las playas que existen. Lleva tres semestres seguidos sin interrupción en la universidad y hace aproximadamente dos años que no tiene una crisis, aunque todos sabemos que los episodios de depresión van y vienen en su vida, como un virus.

A veces siento una impotencia tan grande de ver como su mente se deteriora, de que cada una de estas crisis le van
arrancando un pedazo de su ser, que con cada depresión va perdiendo un poquito de su alegría. Me da miedo pensar que se le acaben las ganas de seguir y que no logre volver a la realidad. Incluso su doctor
ha afirmado que no entiende cómo Oscar no ha perdido la razón por completo y que no se explica cómo hace para recuperarse.

Quisiera pensar que esta historia tiene un final feliz, aunque los médicos opinen lo contrario. Yo no sé que va a pasar mañana, lo único claro es que tengo que demostrarle cuanto lo quiero. La amistad que tengo con Oscar me hace soñar a veces con que él va a vivir para siempre y me hace vivir como si él fuera a morir hoy mismo.

Por eso digo que es tan difícil ser su amiga, porque siempre me estoy despidiendo de él, aunque también espero el reencuentro, después de una semana, de un año o de toda una vida. Por eso no puedo decir más adiós y como no quiero que las personas más cercanas a mí se vayan, he decidido meterlo dentro de mi corazón y llevármelo
conmigo adonde vaya.

<H2><a href="https://www.antioquiacritica.com/author/buritica/" target="_self">Marcela Buriticá</a></H2>

Marcela Buriticá

Periodista- Especialista en Comunicación Política Soy una mujer comprometida con los procesos sociales para lograr el proceso material, intelectual y cultural de nuestra sociedad. Edilesa de la comuna 16
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