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4 de abril del 2021

No aprendemos

No aprendemos. Los primeros días de la cuarentena el año pasado, todo era una novedad, el encierro, los tapabocas, los horarios, los aplausos al personal de salud a las 8:00 p.m.

No aprendemos. Los primeros días de la cuarentena el año pasado, todo era una novedad, el encierro, los tapabocas, los horarios, los aplausos al personal de salud a las 8:00 p.m.

Esas primeras semanas nos parecía raro ver a una persona en la calle, así fuera unos segundos, evitábamos ir a la tienda o al supermercado, nos preocupaba que el alcohol se acabara, nos sentimos felices cuando la Fábrica de Licores de Antioquia comenzó a producirlo, veíamos las fotos en las redes de los pacientes que lograban superar la UCI y salían triunfantes, algunos vecinos empezaron a cantar en sus balcones o a rezar el rosario con micrófono.

Esa primera etapa, nos dejó un sentimiento (en algunos) de solidaridad, pensábamos a diario cómo la estarían pasando los que no tenían nada que comer, hacíamos donaciones, comprábamos tapabocas hechos a mano, nos entretenía cuando el INDER llegaba a nuestros barrios y con mucho entusiasmo nos hacía salir a nuestros balcones. Hacíamos seguimiento de las cifras, sabíamos cuántos contagios había por día y nos preocupábamos cuando estos aumentaban.

Una nueva actitud

Muchos llegamos a pensar que esta pandemia nos cambiaría por completo, que comenzaríamos a darle importancia al tiempo que le dedicábamos a nuestras familias, que nos volvería más humanos, más empáticos, más solidarios. Que no malgastaríamos nuestro dinero en productos que no necesitábamos, que tendríamos consciencia de lo esencial, más que de lo material.

Pero cuando esa ola empezó a bajar, volvimos a sentirnos confiados y comenzamos a salir, la gente se empezó a olvidar del tapabocas, ya no nos lavábamos las manos con tanta frecuencia, ya organizábamos fiestas de cumpleaños, cada ocho días, ya salíamos a hacer las compras en los supermercados de cadena y  empezamos a llenar los centros comerciales  de nuevo.

Otra realidad

Las empresas reabrieron y muchas de ellas desconocieron la norma de que cuando registraran más de tres infectados, deberían cerrar sus puertas, algunas de ellas, vivieron la tragedia de tener a todo su personal infectado, y guardaron silencio, enviando a sus empleados a la casa con la irrisoria incapacidad de 8 días que otorgaban las EPS, nunca pensamos en que estos empleados iban a devolverse a sus casas en los sistemas de transportes masivos, infectando a unos cuantos antes de llegar a sus casas.

Con la llegada de diciembre y de los tradicionales alumbrados todo empeoró, el centro se llenó, la gente comenzó a comprar y llegó lo inevitable, la segunda ola (pico) de la pandemia y con ella, sus consecuencias, cierres y restricciones en época de navidad y vacaciones, pero ya la gente no quería, ya la gente no creía, las normas ya no se sentían obligación, las personas inventaron miles de formas para evadirlas, se nos olvidó el tapabocas, se nos olvidó el distanciamiento, se nos olvidó la pandemia.

La salvación

Cuando llegó el primer lote de vacunas, las autoridades municipales, territoriales y nacionales ayudaron con sus anuncios, a que la gente pensara que ya todo había acabado: “Llegó la esperanza”, comenzamos a inundar las redes con fotos de nuestros familiares recibiendo la vacuna, acompañadas de frases como: “Por fin”, pero se les olvidó contarnos que así la persona este vacunada, puede contagiarse y contagiar a los demás, además, que la vacuna sólo es efectiva luego de la segunda dosis.

Y hoy, de nuevo, estamos atravesando otro pico de la pandemia, más agresivo, que como dicen algunos: “Nos cogió cansados”, pero ya es muy difícil lograr que la gente se encierre de nuevo y acate las normas cuando son las mismas autoridades las que dan mal ejemplo, cuando son los mismos encargados de nuestra salud los que juegan con nuestras necesidades como un yoyo, unos meses nos encierran y nos dicen: “sea responsable con su salud y con la de los demás”, y semanas más tarde nos invitan a todos a aprovechar el día sin IVA y a que disfrutemos de los alumbrados de nuestra ciudad y  de nuevo, meses más tarde, nos culpan por las cifras y nos dicen desobedientes e irresponsables.

Tercer pico

Antes de la llegada de este tercer pico, las autoridades y nosotros ya sabíamos que iba a llegar, pero seguimos haciendo fiestas, paseando, promocionando la reapertura, atiborrando los centros comerciales, colapsando los sistemas públicos de transporte.

Y nos llegó el tercer pico con “los calzones abajo”, tanto a las autoridades como a nosotros, se nos olvidó que la pandemia continuaba, creímos que la vacuna era la salvación y ya podíamos retomar nuestras vidas y aunque la vacuna es la única opción, faltaron campañas para sensibilizar, faltaron estrategias…y hoy, somos víctimas de creer que un partido se gana sin jugar, es que…No aprendemos.

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<H2><a href="https://www.antioquiacritica.com/author/buritica/" target="_self">Marcela Buriticá</a></H2>

Marcela Buriticá

Periodista- Especialista en Comunicación Política Soy una mujer comprometida con los procesos sociales para lograr el proceso material, intelectual y cultural de nuestra sociedad. Edilesa de la comuna 16
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