Colombia necesita de una educación de calidad que enfatice mucho más en el reconocimiento de una conciencia colectiva. Entendiendo este concepto como la aceptación de nuestras diferencias por el bien de la nación. Este tema es importante porque los resultados de las elecciones del pasado 19 de junio mostraron el grado de polarización del país. Los siete meses de campaña también evidenciaron el radicalismo fanático de algunas personas; razón que nos ha encerrado en medio siglo de guerra.
Jaime Garzón ya daba reconocimiento a este problema cuando en la conferencia de 1997 en la Corporación Universitaria Autónoma de Occidente dijo lo siguiente: »El problema de los colombianos es que no tenemos una conciencia colectiva». La evidencia de que este fenómeno persiste aún se puede encontrar en los distintos intercambios de palabras altisonantes a través de las redes sociales, entre familias, conocidos y hasta amenazas con despidos por tener una afiliación ideológica distinta.
Es por eso que urge un programa de educación más pragmático que promulgue el reconocimiento de individuos particulares que vivimos en sociedad. No solo por medio de una educación en las aulas, sino una educación desde todos los ámbitos institucionales, porque este problema está enraizado en nuestra cultura; y a problema radicales, se necesita soluciones radicales.
Este país que no ha conocido la paz absoluta tiene que comenzar por comprender que existen muchos caminos para solucionar un conflicto. Debemos aceptar que por muy diferente que piense mi prójimo, eso no lo convierte en un enemigo, que no todo está dividido en buenos y malos, y pedir perdón no es una forma de humillación sino de grandeza. El diálogo como medio para la solución de diferencias siempre debe considerarse el primer paso y las ideas como nuestras mejores armas.
El efecto de tantas guerras internas ha dejado una herida en el pueblo colombiano que debe ser sanada aceptando principalmente nuestra diversidad. No podemos vivir encerrados en ese ciclo para siempre. Hay que concientizar al conjunto de la sociedad en que el odio no solo me afecta a mi, sino también a los demás. Crear una conciencia colectiva es una solución que inicia por pequeños actos, como por ejemplo: entender que todos somos colombianos.