La nueva realidad que dio tres vueltas. Quién iba a pensar que la vida nos cambiaría tanto con la pandemia del COVID-19, los colegios se quedaron sin sus estudiantes, los hogares ahora están llenos, la familia está reunida y el desespero de poder salir agobiaba más, ahora, hay una luz de esperanza con la vacuna y poder eliminar poco a poco este virus que afectó a nivel mundial.
Desde que comenzó la pandemia no tenía idea de lo grande que iba a ser, en ese entonces me encontraba en el octavo semestre de la universidad con alegría y entusiasmo, ya que estaba culminando mi carrera. El 17 de marzo del 2020 aproximadamente a las 10:00 estaba en la cafetería del tercer piso con mis amigas y viendo las noticias en las redes sociales, donde simplemente decíamos, ojalá sea pasajero y no se quede tanto tiempo, que solo sea uno o dos meses… No estábamos diciendo nada de lo que llegaría.
A medio día se estaba notificando a los estudiantes la cancelación de clases presenciales por una semana. Al siguiente día llegaron los links de las clases, se sentía raro estudiar de esa manera y desde la casa, pero teníamos la esperanza que sería poco, pero pasaba el tiempo y ya las medidas estaban aumentando, ahora sí era serio el problema. El presidente salió a dar una rueda de prensa por los medios de comunicación nacional donde indicaba la cuarentena obligatoria, en ese momento en los D1 se acabó el papel higiénico y aún sigo sin entender porque fue lo primero que llevaron, veía salir del balcón de mi casa las bolsadas de mercado y las 5 pacas de papel.
¡Ahora sí que empiece el juego! Ese juego que a más de uno nos aburrió, nos estresó, pero sobre todo nos enseñó a valorar una salida a la tienda. Las calles comenzaron a ser habitadas por la soledad, cambió el pico y placa y pico y cédula, teníamos horarios y días para salir, de lo contrario el que no cumpliera tendría una sanción por parte de la Policía Nacional. Las redes sociales colapsaron, desde las 6:00 A.M. el internet de la casa comenzaba a funcionar, la pereza invadía más el cuerpo y las clases virtuales desde la cama o la mesa causaban más pereza.
Todo el día teníamos que aguantar diferentes personalidades que cada vez se estaban casando una de la otra, la depresión de no salir ni ver a los amigos y seres queridos afectaba cada día más. Por un momento pensé que me estaba volviendo loca porque de la nada comenzaba a llorar y no sabía el motivo. Desde ahí comenzaron a generar estrategias en los municipios del departamento, ahora era un factor que se estaba presentando diariamente en los hogares antioqueños.
La nueva realidad que dio tres vueltas
El internet no podía soportar tantos dispositivos conectado y se caía, justamente cuando estaba en clases de mayor importancia o en parciales, ahí si era conocer el miedo de que se fuera la conectividad y que automáticamente apareciera reprobado el examen por no haber terminado, los profesores, también tenían que tener paciencia y volver a planificar sus clases del semestre para que fueran dinámicas y que entendiéramos mejor.
Las noticias sobre el COVID me tenían aburrida, mejor no leía noticias porque me desmoralizaba, pero no era la única, antes afectaba más ver como iba subiendo poco a poco la cifra de contagiados. Después de estar tantos meses hablando con compañeros, mi novio y clases por la virtualidad, llegó la esperando noticias de muchos… Fue eliminado el pico y cédula, ahora las calles comenzaron a sentir el calor de la gente, los centros comerciales fueron nuevamente visitados, la economía comenzó a subir poco a poco y los restaurantes nuevamente se vieron con personas, eso sí, con el distanciamiento social y la toma de temperatura.
Sin embargo, fue un año histórico, donde los estudiantes, empleados y docentes se adaptaron a una nueva tecnología, las fechas tradicionales como el 24 y 31 de diciembre, cambiaron completamente, ya no se veía los bafles fuera de la casa con el marrano para la fritanga y el baile, ahora el maquillaje lo quitaba el tapabocas, una nueva prense que se está utilizando en nuestro closet.
La semana santa de este año se notó el cambio, desde que estaba pequeña me gustaba ir a las procesiones de jueves santo y viernes santo, especialmente el dramatizado que se hacía en el parque principal de mi pueblo, la multitud de gente que madrugaba para ver a los actores y poder coger un buen puesto de las 9:00 a.m. sin importar el sol que hace, la quemada que uno se pega y especialmente el parche que deja en la piel, donde significa que si estuvo presente allí.
Hoy, es distinta y no se siente el calor de semana santa, ahora solo se ve las misas detrás de una pantalla por no dejar pasar por alto esta fecha, ahora ya no hay marcas de viacrucis y solo quedan los recuerdos de las buenas épocas, solo se espera que vaya pasando rápido y que nos sigamos cuidando.