Hay políticos que se notan cuando llegan, y otros que se notan cuando se van. Y hay unos pocos, como Jaime Cano, que se notan todo el tiempo porque nunca han dejado de estar. A muchos se les mide por el tiempo que estuvieron en un cargo. A Jaime Cano se le reconoce por lo que ha hecho, y por lo que sigue haciendo su trayectoria no se resume en balances: se sostiene en hechos, en vínculos, en presencia real en los territorios.
Durante 20 años como diputado, Cano construyó una forma de hacer política que desbordó los límites del recinto legislativo. Nunca se trató solo de proyectos de ordenanza o debates públicos. Lo suyo fue caminar al ritmo de las comunidades, sostener procesos a largo plazo y estar presente donde otros no llegaban.

Caminar con la gente, construir confianza, apoyar causas, tender puentes. Su vocación de servicio no se agota con el cargo, se transforma.
Mientras muchos medían su impacto en votos, Cano lo hizo en confianza ganada. En las escuelas rurales donde ayudó a levantar bibliotecas, en los grupos de mujeres que lograron emprender con apoyo institucional, en las mesas de diálogo que ayudó a consolidar, su compromiso con la población adulta mayor impulso programas de bienestar integral, recreación, salud y participación activa para personas mayores es un referente genuino con los liderazgos comunitarios de base que trabajan por el envejecimiento digno sin necesidad de figurar. Y eso, al final del día, pesa más que cualquier curul.
Ahora que deja la Asamblea, no cambia de rumbo, solo de escenario. Su vínculo con los territorios, con los líderes sociales, con las causas de siempre, sigue intacto. Porque lo suyo no era la política como carrera, sino como herramienta. Y esas herramientas cuándo se usan bien no se cuelgan con un cargo.
Jaime Cano no se retira. Se mueve. Se adapta. Sigue construyendo desde otros espacios, con la misma convicción que lo llevó a dedicar dos décadas a servir. En tiempos de discursos vacíos, su legado es un recordatorio de que el verdadero liderazgo no depende de un micrófono, sino de una decisión diaria: la de no soltar la mano de la gente.


















