Los medios masivos ciertamente ejercen un impacto negativo en la sociedad, especialmente en Colombia. No es necesario adherirse a la ideología de Gustavo Petro para reconocer que RCN y CARACOL son dos gigantes mediáticos que manipulan la opinión pública, como afirma Petro, «embruteciendo a los ciudadanos» con contenidos superficiales.
El presidente se quedó corto al expresar esto, ya que estos poderosos y multimillonarios medios están meticulosamente organizados para dividir la opinión pública a lo largo de sus fronteras ideológicas. Estos medios amplifican noticias negativas, apenas mencionan las positivas y ocultan aquellas que son políticamente relevantes para la sociedad pero no para los intereses económicos.
Los medios alternativos y contrapoder a menudo están aislados, muchos en la periferia y resistiendo como lo hacían antes de la llegada de un gobierno progresista
Los programas de opinión tienden claramente hacia la derecha, con paneles liderados por periodistas y mayorías de derecha, incluso extrema derecha, en detrimento de las minorías democráticas. Los fragmentos compartidos en plataformas como YouTube, Instagram y Twitter de estos programas son predominantemente de derecha y anti-gubernamentales, enfocándose en exagerar lo negativo y silenciar lo positivo.
A pesar de las quejas del gobierno y sus funcionarios sobre estos grandes medios, los medios contrapoder siguen marginados en los territorios. Estos medios se enfrentan a una paradoja: o desaparecen por la falta de recursos, o se ven obligados a adoptar un enfoque sensacionalista que también embrutece, intensifica la violencia, despoja de dignidad a las víctimas y no contribuye a la reflexión ni a la reconstrucción del tejido social.
Los medios alternativos y contrapoder a menudo están aislados, muchos en la periferia y resistiendo como lo hacían antes de la llegada de un gobierno progresista. Están abandonados, en el ostracismo, sin interlocutores en el gobierno nacional. Aunque el presidente tiene razón al señalar la influencia embrutecedora de los grandes medios, los alternativos, que adoptan una perspectiva comunicacional más formativa y menos arraigada en la producción de violencia simbólica, se ven debilitados y carecen de apoyo. Aunque existen recursos disponibles, no están destinados a aquellos que no tienen conexiones políticas, perpetuando la marginación de aquellos que, siendo diferentes, no tienen acceso a pautas privadas u oficiales que les permitan subsistir.