17 de junio del 2022

No me quiero acostumbrar a la violencia 

A Lucia, el sonido de los pájaros y las gallinas le hacen recordar su juventud en el campo, donde vivía con su familia, en ese tiempo, según ella, nada les preocupaba, se podía respirar tranquilidad.

“No me quiero acostumbrar a la violencia”, así dijo Lucía Rodríguez, una mujer de 69 años de edad, que mide aproximadamente 1.65 de estatura, cabello corto, piel morena y con arrugas alrededor de los ojos que resaltan las rayas de la vida y el cansancio de sus años de trabajo. 

A Lucia, el sonido de los pájaros y las gallinas le hacen recordar su juventud en el campo, donde vivía con su familia, en ese tiempo, según ella, nada les preocupaba, se podía respirar tranquilidad.

Años más tarde, huyendo de la violencia, viajó con su esposo Heriberto para la ciudad de Medellín y se instalaron en el barrio Belén, en el sector de Zafra.  

Diferente

A ella le dolió sacrificar su casa y sus tierras, pero estaba esperanzada en un futuro mejor. Luego de varios meses de vivir en la ciudad, se dio cuenta que no todo era como ellos esperaban. 

 “Recuerdo que muchas veces, los vecinos tocaban a mi puerta para pedirme comida, algunas veces eran unos hombres que preguntaban por mi esposo”.

Cuando Lucía le preguntaba a su esposo por esos hombres, él guardaba silencio, pero ella notaba la preocupación en su cara. Ella intentaba no pensar en eso y concentrarse en tener su casa ordenada y cuidar a sus tres hijos.

Muy poco

“Era muy poco lo que teníamos, pero en familia todo es mejor cómo dicen por ahí”, indicó Lucía. Ella seguía muy preocupada y la incertidumbre empezó a apoderarse de ellos.  

Una noche, que la luna llena iluminaba todo el barrio, sintió que tocaban la puerta de su casa, eran golpes fuertes y seguidos, escuchó cuando alguien gritó desde afuera: “abran la puerta, abran la puerta”, ella preocupada salió. 

-Buenas noches, ¿Qué necesitan? 

-Señora, necesitamos que salga su esposo. 

-¿Para qué? 

-Eso son problemas de hombres. 

-Yo también tengo derecho a saber lo que está pasando. 

-Él tiene que pagarnos hoy una cuota, venimos por ella. 

No me quiero acostumbrar a la violencia

En ese momento, su esposo Heriberto salió y le pidió a Lucía que se encerrara en la habitación con sus hijos, que él hablaría con ellos. Al interior de la casa Lucía oraba y abrazaba a los niños.  

Minutos más tarde, su esposo muy preocupado entró de nuevo a la casa y le explicó lo que estaba sucediendo, le dijo que era un grupo criminal que se encargaba de la seguridad en el barrio y que, si él y su familia querían seguir viviendo ahí, tenían que pagar.  

Angustia 

Unos meses más tarde, Lucía dice que se levantó de su cama y observó que el día estaba gris, ella sentía una angustia inusual. Cuando llegó la noche, aproximadamente a las 7:00 p.m. y Lucía estaba preparando la comida a la espera de su esposo, su corazón estaba acelerado, ella sentía que algo no estaba bien, decidió ponerse unos tenis y salir a buscar a su esposo.   

Con cada paso que daba, su corazón se aceleraba, cuando estaba cerca de la cancha de Zafra, observó a muchas personas hablando, otras corrían por la calle empinada que da acceso a la salida del barrio, cuando se acercó, pudo ver a su esposo tendido en la calle, a un lado de la cancha, lo habían asesinado.

Después de la tragedia, vinieron años muy difíciles  para Lucía, pues tuvo que salir a buscar trabajo para mantener a sus hijos, también reconoce que contó con la solidaridad de sus vecinos que le ayudaban a cuidar a sus niños. Poco a poco y con mucho esfuerzo, logró sacarlos adelante. 

Las cosas mejoran

Hoy, Lucia está sentada a escasos metros del lugar donde asesinaron a su esposo, de eso, ya han transcurrido más de 10 años. Ella miraba con tristeza el lugar exacto donde Heriberto murió. “Este barrio me quitó lo que más quería, pero la verdad, yo no tenía para donde irme, por eso me parece increíble que en este mismo lugar que me quitó tantas cosas, hoy esté ofreciéndole una oportunidad económica a mis hijos”. 

Lucia se refiere a una feria llena de música, emprendedores, deportistas, colores y alegría que se estaba llevando a cabo en la cacha de Zafra, llamada Territorio de vida  que buscaba ser un espacio para prevenir las violencias y promotor de la transformación territorial.  

Los espacios 

Espacios como éste, que son iniciativas de la Secretaría de la No-Violencia y de la mano de los habitantes del sector, generan liderazgos y reconstruyen el tejido social de un sector como Zafra, que lleva años luchando por encontrar la paz para su gente. 

Los hijos del recordado Heriberto y de Lucía, participan de este espacio y aprovechan la oportunidad para generar recursos económicos con la venta de ropa y accesorios, además, recuerdan en silencio que la lucha de su padre por ofrecerles un mejor futuro, no fue en vano. 

“Hoy lanzamos la estrategia «Territorios de vida» en la cancha de Belén Zafra. La presencia y articulación institucional en territorio junto con las organizaciones sociales deviene en comunidades protectoras, garantes de vida, que construyen paz y que defienden los DDHH” Luis Giraldo, Secretario de la No Violencia de Medellín. 

<H2><a href="https://www.antioquiacritica.com/author/buritica/" target="_self">Marcela Buriticá</a></H2>

Marcela Buriticá

Periodista- Especialista en Comunicación Política Soy una mujer comprometida con los procesos sociales para lograr el proceso material, intelectual y cultural de nuestra sociedad. Edilesa de la comuna 16

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