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Bolivia, Latinoamérica y las turbulencias políticas. ¿Desobediencias o inconformismos?

De modo que, hay que distinguir y mirar con detenimiento, cuándo los inconformismos son realmente movidos por sentimientos de injusticia y se construyen bajo la autoconciencia de la desobediencia y cuando esos inconformismos son empujados por manipulación y por fanatismo, para aparentar defender un orden o un régimen,

por | Nov 13, 2019 | Opinión

Las sacudidas actuales en diferentes entornos de América Latina, la salida intempestiva de Evo Morales y su asilo en México, las protestas multitudinarias en Chile y la oposición contra el gobierno de Piñera, el giro al kichnerismo una vez más en Argentina, el papel de la OEA y de Almagro en las variadas crisis del continente, la baja capacidad de gobernabilidad de Iván Duque en Colombia a causa de sus equívocas decisiones gubernamentales, y otros acontecimientos, muestran que la política es dinámica, azarosa, contradictoria, su racionalidad no es plenamente la coherencia y hay que decir además, que ella (la política y lo político) se ha complejizado al punto que son dependientes de un juego (o varios juegos) de poderes y de relaciones que se confrontan y concilian en un terreno de tensiones nacionales e internacionales.
Lo cierto es que la política pese al deseo de algunos estudiosos por encontrar su sincronicidad, su ética o racionalidad, es lo contrario en la práctica y hay que entenderla así, como expresión sintética de contrariedades, como un vaciado informe que hoy puede adquirir un rostro y al instante cambia completamente negándose en su origen y produciendo otras formas, lo que no es exclusivo de Latinoamérica, porque no habrá quien arguya que en el continente estamos de nuevo en la antesala del siglo XIX, de revoluciones palaciegas, motines, revueltas, movilizaciones, asonadas colectivas, con esa “equilibrio inestable”, siendo lo natural y común de nuestro territorio, como un acervo inamovible y originario de las llamadas y clasificadas en los años 60 con la Cepal, como sociedades dependientes y subdesarrolladas, el tercer mundo.

 

En estos momentos, para leer la política es necesario no quedarse con lo inmediatamente visible, sino por el contrario, es imprescindible escudriñar, estudiar lo invisible y es más, como lo aplicó analíticamente Karl Marx en sus dos obras clásicas, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte y Las luchas de clases en Francia, al hacer análisis de coyuntura política, es inobjetable la investigación, no el comentario apresurado y fugaz, momentáneo que resulta ocioso cuando no el relleno de paso de un espacio, sea audiovisual o impreso.

 

Como lo aplicó Marx (también lo haría Alexis de Tocqueville), el sociólogo o politólogo al aplicar el análisis de coyuntura, debe concatenar la información oficial (quiere decir la producida institucionalmente) y la no oficial ( la opinión pública de la gente y de la calle), y de otra parte, es obligado, en esos dos analistas, utilizar, los datos estadísticos de expertos, – aunque a veces no sirven mucho porque apenas pueden rastrear una parte de la realidad política sin profundidad – y hurgar con detenimiento en el secreto, en el voz a voz que se esconde detrás del escenario, redescubrir lo íntimo y lo privado y contrastarlo con las actitudes y los mensajes públicos.

 

No necesariamente lo que se expone en lo público o lo que se manifiesta públicamente es lo que le da veracidad y legitimidad a la política. Por eso, hay que decir que la política va más allá y ella se puede refugiar en razones más escondidas que se acumulan en el alma y en la conciencia de los hombres y que de palabra, la política se puede expresar con unas formas y a su vez, eso que se expresa puede manifestar intencionalidades que son contrario a lo expresado. Lo que viene sucediendo en el continente es una turbulencia de acontecimientos políticos que es pertinente reflexionarlo, primero en el encuadre de unas contiendas entre los adalides del orden consagrado institucionalmente que falazmente (con acuerdos negociados y convenidos a nivel trasnacional que no se pueden revelar obviamente reformas de todo tipo, tributarias, pensional, educativa, de salubridad, en fin) apelan al derecho, a las normas y lo constituido como democracia utilizando la manipulación de los medios masivos y los subversores de lo establecido, de lo instituido, el tercer estado, llano, para decirlo con Emanuel Sieyès, ciudadanos inconformes y subversores de lo establecido, pero que se encuentra divididos en obedientes y desobedientes.

 

Las sacudidas ciudadanas y las protestas multitudinarias que hoy ponen a tambalear la aparente estabilidad de los regímenes latinoamericanos muestran cómo el inconformismo ha ganado un terreno extraordinario a nivel político en el espacio continental, pero igualmente entrevé de qué modo los inconformismos latinoamericanos de hoy, no son unilaterales, homogéneos y evidentemente van en la dirección de la liberación de regímenes en crisis o deslegitimados, también se orientan (esos mismos inconformismos) a la conservación de lo establecido, a la preservación de lo institucionalizado, a la custodia de sus líderes empotrados en el poder y también son inconformismos circunstanciales, momentáneos que se hacen públicos por manipulación, por contrapeso e ineludiblemente dan su salto en la calle más por ira y frustración que por una auténtica autoconciencia y reflexión.

 

Lo que en últimas nos dice, que aquello que hace décadas habíamos estudiado e incluso comprendido era la ciudadanía, como sujetos individuales y colectivos que suponían lo opuesto al Estado o a la institucionalidad, que la esencia de la ciudadanía era su espacio invulnerable, su liberalidad, autonomía y su capacidad de discernir en la lucha por las libertades y los derechos, hoy se ha convertido en un sujeto político, captado y cooptado por formas de manipulación y formas de dominación, que antes que llenarlo de sentido, lo empujan a lo que en su época Juan Ramón Capella denominó como los “ciudadanos siervos”, una contradictio in adjecto.

 

En otro sentido, en un libro de Claudio Veliz se hayan unas claves analíticas para reflexionar hoy sobre lo que está sucediendo en el contexto latinoamericano, su estudio sobre el conformismo en América Latina[1], constituye una lectura obligada de actualidad, y es a un mismo tiempo, un relato que aporta en la explicación dicotómica de los inconformismos en varias décadas y cómo se han desenvuelto a lo largo de los países que componen nuestras amplias y extendidas tierras. La lectura de Veliz también, contribuye a distinguir entre siervos-servidumbre y ciudadanía, pero es notable que las ciudadanías latinoamericanas se han fragmentado y dividido, lo que a las claras plantea la escisión y la división a que se ha visto sometido el continente en sus tensiones entre elites y masas, entre líderes que gobiernan desde las derechas y las izquierdas.

 

Está claro que todas las sacudidas en el entorno latinoamericano plantean la reflexión sobre el inconformismo y la desobediencia en lo político. En un libro de Erich Fromm, quien fue uno de los investigadores más respetables en los temas relacionados con el autoritarismo y la intolerancia – (recuérdese su insuperable libro, Obreros y empleados en vísperas del Tercer Reich)-, sus análisis sobre los regímenes dictatoriales y despóticos son clásicos, establece una aguda reflexión sobre el tema de la desobediencia, donde aclara su sentido y significado con relación al inconformismo. El ensayo “Sobre la desobediencia”[2] resulta muy pertinente hoy para discutir y debatir sobre lo que está sucediendo en nuestro entorno continental.

 

Tras de revisar con sapiensa cómo a lo largo de la historia de la humanidad se ha inoculado la idea que la obediencia es virtud y la desobediencia vicio (quiere decir, lo bueno es obedecer y lo malo, intachable y pecaminoso es desobedecer), afirma que la desobediencia está fundada primero en la autonomía de la conciencia y en el librepensamiento, y afirma que asumir con dignidad y responsabilidad la desobediencia es imposible si los individuos no cuentan con un carácter sólido, una fortaleza en la personalidad, si no hay independencia en el pensar y sin ilustración. Y habla de la conciencia autoritaria y la humanista, que es pertinente a la hora de confrontar las manifestaciones colectivas en el plano de la política, porque en una conciencia autoritaria, su inconformismo se dirige a internalizar y sobreidentificarse con el superyó, con los órdenes y prohibiciones de una autoridad (padre, Estado, líderes) a quienes se siguen y se supeditan o idolatran por temor, por complacencia o por ira frustrada.

 

Mientras, el inconformismo de una conciencia humanista es distinta de la conciencia autoritaria y la primera está presente (como posibilidad) en todo ser humano, porque es aquella voz independiente de sanciones, prohibiciones, temor y recompensas externas o exteriorizadas que se asumen con sosiego (no con el desespero) y están colmadas por la reflexividad, el conocimiento y ante todo por la radical autocrítica e independencia. Es la voz de la razón junto con la emocionalidad sin derivar en los extremos y es un motor del pensamiento ilustrado que conecta con la humanidad y con los sentimientos del ser humano genérico en su capacidad de imaginarse algo nuevo, mejor y profundamente emancipado.

 

Con todo lo complejo que pueda perecer el relato analítico de Fromm, así como el conformismo es un rasgo natural del hombre, su apetencia a obedecer, su inclinación a estar cómodo y supeditado a la esclavitud (que se cree como virtud hasta el día de hoy con todo lo que ha supuestamente progresado el conocimiento humano), el inconformismo es un rasgo humano, pero es necesario saber cómo se adquiere, se desenvuelve y se practica, porque puede ser que lo que entendemos como inconformismo, derive en la actitud autoritaria o en la actitud emancipación. Sin duda, lo que viene sucediendo al nivel latinoamericano, es que a la turbulencia política se une la fragilidad de lo absoluto, es decir, Estados, gobiernos, instituciones, constituciones que son endebles para responder a las exigencias o a las demandas de los ciudadanos, o de otro modo dicho, que este mundo político está constituido más allá de las razones económicas o de las sencillamente institucionales o normativas, con las emociones, contiene una carga fuerte de sentimientos y referentes morales, para decirlo con Barrington Moore, en su extraordinario libro: Injusticia: bases sociales de la obediencia y le rebelión.

 

No es de extrañar entonces esta escisión de los inconformismos ciudadanos en las turbulentas condiciones políticas hoy en América Latina, en la que se parte en dos las ciudadanías, y de qué modo, la manipulación mediática, así como la deformación de las realidades políticas falseando o utilizando la democracia, sus instituciones y procedimientos en nombre de intereses corporativos globales o por negociación de las elites burguesas nacionales para mantener un orden mundial controlado por unas pocas manos, no es una teoría conspirativa y menos aún, un relato audiovisual de Netflix, es una realidad, dado que, los gobiernos hoy, en el orbe, tienen la capacidad de hacer que el inconformismo, en ciertas condiciones y orientado políticamente sirva para mantener el orden establecido, intereses privados y ante todo el dominio de ciertos grupos económicos y ciertas clases.

 

El exilio forzado de Evo Morales a México, las manos sospechosas de la OEA, y otras manos siniestras e invisibles (aparentemente) incidiendo en el derrumbe o en la crisis de los gobiernos latinoamericanos, que es una parte de la realidad, las multitudinarias y masivas protestas sociales escindidas, lo que deben invitarnos a reflexionar es sobre la diferencia inextricable y existente entre inconformismos y desobediencias, que incluso, como se ha expresado aquí, algunos creerán que ciertas manifestaciones de inconformismo en las calles están fundados razonable, crítica y conscientemente, lo cual no necesariamente es así y que como pretenden las derechas latinoamericanas en el poder, que buscan interpretaciones unilaterales y unidimensionales, a su antojo, amaño y capricho, ven que para Venezuela esas manifestaciones colectivas son válidas, pero callan y enmudecen frente a otras como en el caso de Chile, por poner un ejemplo, y vacían de contenido humano y universal, lo que de desobediencia tienen esos inconformismos.

 

De modo que, hay que distinguir y mirar con detenimiento, cuándo los inconformismos son realmente movidos por sentimientos de injusticia y se construyen bajo la autoconciencia de la desobediencia y cuando esos inconformismos son empujados por manipulación y por fanatismo, para aparentar defender un orden o un régimen, porque, hay que agregar y hasta en eso decía el historiador argentino José Luis Romero, al analizar las ideologías latinoamericanas de las derechas e izquierdas, los fanáticos o creyentes se mueven frente a la historia de un modo singular, la interpretan como arma agresiva y la congelan rindiendo un relato uniforme y cristalizado, y no ven la historia como una posibilidad y alternativa para la vida y para la humanidad.

 

Y hay quienes de manera oportunista y circunstancial proponen un nuevo pacto social, como si con un nuevo contrato social se pudieran derrumbar los tanto prejuicios como las cadenas mentales que en lo cultural y en lo intelectual se han enquistado de generación en generación, hasta en la universidad. Antes que reformar o apelar a una transformación de lo público hay que transformar lo privado-individual, por eso y es inevitable interrogarlo frente a los aciagos y complejos tiempos: ¿Y en el caso colombiano qué? ¿Desobedientes o inconformistas?

 

[1] Claudio Veliz. El conformismo en América Latina. Chile: Editorial Universitaria. 1970.

[2] Erich Fromm. “La desobediencia como problema psicológico y moral”. En: Sobre la desobediencia y otros ensayos. Buenos Aires: Paidós. 1984. Pp. 9-18.

<H2><a href="https://www.antioquiacritica.com/author/rubiano/" target="_self">Rafel Rubiano</a></H2>

Rafel Rubiano

sociólogo y magister en ciencia política, candidato a doctor en ciencias sociales flacso argentina. Analista Político
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