Claudia Ayala vivió en el barrio Castilla de la ciudad de Medellín, a sus 18 años conoció a Javier, el hombre con el que estuvo casada por más de 8 años, cuenta Claudia que en este matrimonio tuvo que soportar tanto maltrato físico que muchas veces tuvo que ser hospitalizada y estuvo en riesgo de perder su vida. Una nueva oportunidad.
Todo comenzó cuando ella comenzó a frecuentar una tienda de su barrio para hacer las compras, ese hombre que más tarde se convirtió en su esposo, permanecía gran parte del tiempo en la esquina de esa tienda. Cuando él la vio comenzó a molestarla y a insistirle que salieran para conocerse, pero ella se negaba, sin embargo, después de cuatro meses de insistencia, Claudia aceptó la invitación.
Inicio
“Desde ese día quedé flechada con Javier, sin saber qué se me venía ‘camino arriba’. Él comenzó a conquistarme, iba a mi casa para que mis papás se dieran cuenta de las intenciones que tenía, me llevaba frutas y chocolatinas todos los días”, expresó Claudia.
Según los relatos de Claudia, durante el primer año todo fue color de rosa, pero de un momento a otro, la relación se fue tornando violenta, Javier ya no iba a dormir a su casa y se mantenía de fiesta en fiesta y salía con otras mujeres del barrio sin importar que Claudia se diera cuenta.
La realidad
“Comencé a desilusionarme, sus comportamientos no me gustaban, pero tenía la esperanza que todo cambiara, sin embargo, soporté todo…”, dijo Claudia.
Un sábado, Javier invitó a Claudia a bailar al centro, ella emocionada se arregló y se maquilló con la ilusión que todo volvería a ser como antes. Ya en el sitio, un amigo de él la sacó a bailar y ella aceptó.
“Me parecía normal salir a bailar, pero Javier se llenó de rabia, me agarró del brazo y me llevó hasta el baño del lugar, cuando estábamos adentro, me golpeó y yo empecé a gritar, los trabajadores del establecimiento me auxiliaron y él salió corriendo del lugar”.
Claudia salió corriendo, paró un taxi y le pidió que la llevara a su casa, “Siempre que pasaba esto, el miedo se apoderaba de mí, pensaba que tenía que calmarlo o si no él era capaz de matarme”.
Violencia
Esta situación se repitió muchas veces y en cada ocasión se hacía más violenta. “Permití que me agrediera y se me montó encima, desde ahí él supo hacer lo que quisiera conmigo, sin importar las consecuencias”, dijo Claudia.
El dominio que ejerció ese hombre sobre Claudia, llegó al extremo de permitir que montara una venta de estupefacientes en su casa. “Yo sabía que él vendía droga, pero no me atrevía a contradecirlo y menos a denunciarlo”.
Desenlace
Y así fue como un día, muy temprano en la mañana, llegó la Policía Nacional hasta la casa que compartía Claudia con Javier y estando ella aún con la piyama puesta, los detuvieron y se los llevaron para la URI (unidad de Atención Inmediata).
Una nueva oportunidad
Los dos fueron condenados por Tráfico de estupefacientes, Claudia fue sentenciada a 8 años de cárcel y Javier a 10 años. En ninguna de las indagatorias, Javier la liberó de la responsabilidad, es más, siempre mantuvo la versión de que era un negocio de ambos.
Claudia le expresó al juez que ella vivía intimidada por este hombre y que no estaba en condiciones de impedir que él vendiera droga, porque la maltrataba y la golpeaba, pero como Claudia nunca se acercó a las autoridades previamente para denunciarlo, Javier no tenía antecedentes por violencia intrafamiliar.
Pesadilla
Para Claudia la pesadilla terminó hace dos años, cuando pudo recobrar la libertad. “Los años que pasé en la cárcel fueron una pesadilla peor que la que vivía con Javier, me pasaron tantas cosas, que aún no soy capaz de hablar de ellas”. Desde hace un año, recibe acompañamiento por parte de la Secretaría de la No-Violencia, quienes le brindan herramientas a los pospenados y sus familias.
Ella estudia peluquería y actualmente trabaja como manicurista a domicilio. De esta forma genera ingresos de una fuente legal y complementa su trabajo con competencias ciudadanas, capacitada por el proyecto de Atención a Personas Privadas de la Libertad donde además adquiere las herramientas necesarias para saber cómo actuar en situaciones de vulnerabilidad.
Claudia está convencida que si a las personas que salen de prisión las apoyaran y las orientaran muy pocas regresaban allí. “El acompañamiento de la Secretaría para mí ha sido como una luz de esperanza, yo solo pretendo mostrarle a la sociedad que soy una buena persona que en algún momento de mi vida me equivoqué y que confió en que soy capaz de cambiar mi camino”.
A la fecha, 153 internos han recibido asesoría y realizado solicitudes jurídicas, se han completado 65 atenciones psicológicas y 91 atenciones médicas.