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25 de abril del 2021

“Te pego porque te quiero”

Así lo expresó aquel hombre con ojos verdes, piel blanca y con 1.80 de estatura, mirando a Esperanza Arteaga con ojos llenos de rabia, donde no podía controlar sus emociones ante cualquier situación.

“Te pego porque te quiero”. Así lo expresó aquel hombre con ojos verdes, piel blanca y con 1.80 de estatura, mirando a Esperanza Arteaga con ojos llenos de rabia, donde no podía controlar sus emociones ante cualquier situación.

Esperanza, vivió en el barrio Castilla de la ciudad de Medellín, a sus 18 años conoció a Javier, el hombre con el que estuvo casada por más de 8 años, donde soportó situaciones violentas que la dejaron hasta en el Hospital a punto de perder su vida. Todo comenzó cuando ella se dirigía hacia la tienda a hacerle un mandado a su madre para el almuerzo, él era uno de los que mantenía en las esquinas del barrio.

Él cuando la vio comenzó a molestarla y a insistirle una salida para conocerse, pero ella se negaba, sin embargo, después de cuatro meses Esperanza dio el primer paso y acepto. Desde ese momento quedó flechada con Javier, sin saber que se le venía ‘camino arriba’. “Él comenzó a conquistarme, iba a mi casa para que mis papás se dieran cuenta de las intenciones que tenía, me llevaba frutas y chocolatinas todos los días” expresó aquella mujer de piel morena.

Durante un año todo fue color de rosa como dicen por ahí, pero de un momento a otro fueron cambiando las cosas en la relación, Javier ya no iba a su casa, mantenía de fiesta en fiesta y con mujeres para arriba y para abajo en el barrio sin importar como estuviera Esperanza. Ella, no podía dormir al ver las actitudes que estaba teniendo este hombre y ver que le estaba dejando de importar.

“Te pego porque te quiero”

“Comencé a desilusionarme, sus comportamientos no me gustaban, pero tenía la esperanza que todo cambiara, sin embargo, soporté todo…”, dijo Esperanza. Eran las 8:00 p.m. de un sábado del mes de abril, él la invitó a bailar al centro, ella mientras se arreglaba cantaba y se maquillaba emocionada porque Javier ya le estaba dedicando tiempo.

Mientras bailaban, un amigo de él la invitó a bailar una salsa, ella acepto. “Me parecía normal pegarme una bailadita con Josué, como salimos con él, estábamos en un parche”, indicó ella con una mirada de tristeza.

Javier, se llenó de rabia hasta ponerse rojo como un tomate, le agarró la mano y la halo para el baño. “Usted porque esta de ardilosa bailando con ese hijupueta, usted sabe que no puede mirar a nadie” así le dijo aquel hombre.

Él la cogió del pelo e inmediatamente sus amigos se metieron para que no la agrediera más, Esperanza salió corriendo a coger un taxi atacada en el llanto, la única solución que veía era irse para su casa y no decirles a sus padres porque sabía que la iba a regañar. “Me apoderaba el miedo, pensé que me iba a matar, pero era el inicio de muchos golpes… pero lo único que me decía era “te pego porque te quiero”.

Esperanza se miró al espejo al otro día y se notó morados en las manos, en el cuello y dolor de cabeza como si hubiera tenido tremendo guayabo. Pero era de la halada de pelo que le había pegado Javier, donde los celos no los podía evitar y quería que nadie la mirara.

“Permití que me agredieran y se me montó encima, desde ahí él supo hacer lo que quisiera conmigo, sin importar las consecuencias”, dijo Esperanza.

Ella se convirtió en otra más de la lista que es maltratada por su pareja y que al principio le daba miedo hablar porque suponía que la mataba o le hacía algo a su familia, pues había conocido muchos casos cercanos que se convertían en feminicidio. Comenzó a vivir con él, le tenía que tener la comida hecha a cualquier hora, ya que si no estaba lista levantaba la mano, arrugaba la cara y le decía “usted no sirve para nada sino para joder”.

“Así me la pase durante años soportando los malos tratos y los insultos que solo hacía porque “quería lo mejor para mí” haciéndome sentir que no valía nada, ni 50 pesos… es triste ver como alguien puede apagar tu luz y tu sonrisa solo porque quiere que sea de esa persona y ya”, expresó Esperanza con los ojos aguados a punto de llorar.

Su amiga Marta, al ver en la situación que estaba Esperanza decidió hablar con ella hasta convencerla en buscar ayuda, pues los golpes cada vez eran más frecuentes hasta dejarla echando sangre. Ella la acompañó a frenar la situación.” Sentí una descarga en el momento en que lo hice, ya no podía más”, dijo.

Sin embargo, allí no hicieron nada, le dijeron que eso no era un motivo válido al hacerlo, algo raro en Colombia hasta que no pase a mayores no hacen algo respecto a las situaciones de violencia por la que pasa día a día las mujeres.

Ella se enfureció y decidió irse para su casa para pensar como se iba de ahí, ese día llegó Javier borracho y le pegó en la cara dejándole un morado y con sangre en la nariz. Esperanza, esperó que se quedara dormido para huir de ese lugar que la estaba atormentando por años. “Empaque lo poco que tenía, y decidí irme para una pieza en el centro para que no me encontrara, ese día comencé a florecer”. Ahora tiene una vida tranquila y desde que tomó la decisión de alejarse no volvió a permitir que ningún hombre la volviera a tocar.

 

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<H2><a href="https://www.antioquiacritica.com/author/ingridac/" target="_self">Ingrid Barbarán</a></H2>

Ingrid Barbarán

Comunicadora social y periodista. Apasionada por investigar y mostrar la realidad.
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