Aunque Sebastián Gómez ha crecido escuchando los relatos de una época que marcó la vida de su familia y la de muchas personas que aún siguen buscando a los familiares que desaparecieron un día y no los volvieron a ver nunca, quiere que su historia sea diferente. Las historias de los parceros de Medellín.
Entre el 16 y 17 de octubre del año 2002, San Javier vivió un suceso para nunca olvidar. Se llevó a cabo un operativo que buscaba acabar con la presencia de grupos de milicias urbanas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Sin embargo, reflexiona Sebastián: “el gobierno en ese entonces no pensó en la comunidad, en las víctimas que iban a quedar ahí, niños, adolescentes y adultos mayores que hoy son recordados en la historia”.
Mi hermano
“Mi hermano mayor, que en ese entonces tenía 19 años, salió un día a comprar algo para la comida y nunca regresó, y a veces pienso que nunca lo hará, por eso rezo para que descanse en paz”. afirma Sebastián.
Para nadie es un secreto que hoy en día se sigue sin saber el motivo de la desaparición de algunas personas, salieron de sus casas y jamás volvieron, “en mi barrio aún perdura el recuerdo del sonido de los disparos, de las personas gritando y otras debajo de las camas llorando”. También recuerda que el cuarto de sus padres era el refugio de sus tres hermanos.
Los ruidos de la muerte
“Sentía como las balas pasaban por el lado de la casa, nos protegía el colchón de la cama de mis papás, se escuchaban pasos encima de los techos”, desde ese día la familia de Sebastián perdió la tranquilidad, pasaban las horas y su hermano no regresaba, la única solución era salir a buscarlo, pero solo escuchaban gritos en las calles, aún recuerda que hubo un momento en que un vecino le dijo: “mijo, escóndase que nos van a matar a todos”.
Las historias de los parceros de Medellín
Su papá no esperó más, se puso unos zapatos y una gorra, agarró una camándula y salió a buscar a su hijo, no sin antes asegurarse de decirle a la mamá que cerrara la puerta con llave y permaneciera debajo de la cama. Recuerda que su mamá prendió una vela y comenzó a rezar frente a la virgen, ella tenía un mal presentimiento y mientras recitaba el Padre Nuestro se le salían las lágrimas.
“Estaba llegando la noche y no había vuelto ni mi papá ni mi hermano, mi mamá solo lloraba y miraba el reloj desesperada porque ninguno de los dos llegaba; nadie se imagina lo que estábamos pasando”.
“Llegaron las 10:00 p.m. y el silencio se apoderó de mi casa y de los días posteriores solo recuerdo escuchar a mucha gente llorar, la comuna se llenó de muertos”. Desde ese día hasta hoy, mi familia ha estado esperando que regresen mi hermano y mi papá”.
Esperando
Después de 19 años, esta familia sigue sin saber de sus dos seres queridos y aún no han recibido respuesta de su paradero, pero no se rinden, siguen confiando en que la vida puede cambiar para ellos; por eso Sebastián dice haber encontrado su espacio en el programa Parceros de la Alcaldía de Medellín, una estrategia dirigida a los niños, niñas y jóvenes de la ciudad para que desarrollen procesos de formación en habilidades para la vida y acercamiento de oportunidades con un acompañamiento psicosocial individual y familiar.
“Yo quiero estar lejos de la delincuencia, no quiero saber nada de armas ni de drogas, estoy convencido que a través de la educación uno logra darle un no rotundo a los grupos delincuenciales”.
Parceros es uno de los programas de Construcción de Paz de la Secretaría de la No-Violencia que busca prevenir el reclutamiento y la utilización de niños, niñas, adolescentes y jóvenes en la ciudad.
Por eso para Sebastián es tan importante hacer parte de esta familia, porque en ella encuentra apoyo, oportunidades, gracias a estas iniciativas él ha sido consciente que la violencia no es el camino.