Estamos caminando a la par de otros cuerpos y otros objetos inmersos en un mismo mar de experiencias vivas. Parece entonces que cada uno de nosotros somos un pequeño punto entre otros miles de pequeños puntos, pero que aun así están siendo movidos por símbolos y significados muy específicos de esa historia privada que se guarda en el alma de cada ciudadano. Pero todas las vidas convergen entre sí, se nos aparecen y se da esa conciencia de nuestra pertenencia a esa amalgama de seres, que ante tal vez al encuentro directo con los otros ojos que comparten un mismo caminar, o una misma calle, o un mismo destino, sin decirlo, nos dan a entender una complicidad tan propia de la condición humana, o tal vez de la condición propia de estar en esta ciudad ladrillo ocre.
Somos y representamos una serie de formas y criterios que nos definen como individuos, como personas o como ciudadanos. Hemos de decir que no somos seres aislados que surgen de una nada, nacemos y nos constituimos en una casa, en un hogar, en un barrio o en una ciudad determinada por una diversidad de historias, desarrollos y valores determinados. Entonces, siguiendo esa línea nos podemos preguntar: ¿Qué puede llegar a significar el reconocimiento de pertenecer a una ciudad? Todas esas cosas que terminan atravesando nuestro cuerpo y nuestra mente son pequeñas fracciones de retazos vividos, experimentados y reflexionados que se terminan instalando en nosotros, nos terminan formando.
Cuando escuchamos decir: «Somos los que somos por lo que pisamos al caminar», de manera tan cotidiana y desligada de la atención en el verdadero significado de dicha frase, se hace referencia a que cada una de las personas tiene una historia propia e individual que termina formando nuestras perspectivas, valores, gustos y formas de relacionarnos con los demás muy propia de cada uno de nosotros. Pero toda nuestra personalidad ha surgido de todas nuestras experiencias pasadas vividas desde que vamos creciendo y desarrollándonos que están ligadas a nuestro entorno cotidiano. Esa es nuestra historia.
Pero somos seres humanos y eso significa que nacemos en una familia, formada por nuestros padres, pero que ellos también poseen una familia. Pero a su vez nuestra familia está rodeada de otras familias que comparten un mismo espacio, cerquita, muy cerquita, características tan propias de la mayoría de las personas en las ciudades de América Latina. Pero entonces haciendo un zoom, encontramos que nuestros barrios están dentro de algo más grande, con más barrios, familias, personas… la Ciudad.
Todos esos significados que dibujan y dan forma a los pedacitos de nuestra alma nacen de nuestra historia y esta a su vez es formada y compartida con otras historias con muchos, muchos significados diferentes, pero al final únicos, que es lo realmente importante. Entonces con ello podemos encontrar el valor maravilloso, casi divino de mirar a nuestro alrededor recordando todo eso tan diverso y múltiple que nos hace ser a cada uno de nosotros. Esa persona que se cruza con mis pasos al transitar por este complejo conjunto de cositas hechas Ciudad se hace parte de lo que yo mismo hago parte, una inmensa unión. Tal vez la próxima vez que pensemos en nuestra ciudad, podamos ver todos los que la habitamos, como raudas y únicas historias merecedoras de unos oídos bien atentos que las escuchen con el corazón maravillado.