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Las mariposas amarillas vuelan rojo sangre

Sabemos la estrecha relación que nos evoca al escuchar la palabra Colombia con nuestro sentido de pertenencia, muchas veces con algo de vergüenza por la posición socio-económica del país, que delatan un profundo amor por lo natural, por el privilegio de compartir los espacios que habitamos con una cantidad, a veces inimaginables para nosotros, de […]

Oct 7, 2022

Sabemos la estrecha relación que nos evoca al escuchar la palabra Colombia con nuestro sentido de pertenencia, muchas veces con algo de vergüenza por la posición socio-económica del país, que delatan un profundo amor por lo natural, por el privilegio de compartir los espacios que habitamos con una cantidad, a veces inimaginables para nosotros, de diferentes especies que habitan nuestro país, nuestro hogar, y que convergemos en una relación irónica entre: la posibilidad de un fin de semana al centro comercial La Central, y el otro ‘finde’ una subida al cerro Pan de Azúcar.  Un privilegio tan de los azares del destino, que parece haber perdido toda relevancia alguna.

Pero es aquí mismo en esa ironía chocante de lo bello, donde se encuentra también lo feo, o más bien usar el término correcto, donde se encuentran las relaciones más crueles e injustas creadas por nosotros, los dueños de la “razón”.

Es aquí en Colombia donde los flujos de los ríos nacientes en las más bellas y altas montañas, se combinan con el acero rígido del fusil que provoca flujos de roja sangre cargada de las más agrias y dolorosas lágrimas.

Esto es Colombia, la convivencia aparentemente tranquila entre la violencia y la paz, pero es que esta violencia y esta paz no son solo eso, son la representación tajante de la desesperanza, la decepción, el dolor del corazón reprimido en cada uno de los habitantes de este país, que cada día carga con las angustias de qué comer, cómo conseguir esa comida, con qué pagar el arriendo de mañana, o si mañana será un día mejor.

Es aquí donde las incongruencias de la vida también nos van mostrando el camino para la paz, esa paz que debe ser inspirada o aspirada a la felicidad individual y colectiva. Es que la población colombiana no solo es tristeza, también es alegría, porque somos hijos del baile, de la fiesta, de los afectos; porque Colombia también es yuca, vallenato, memoria histórica, cóndores, tinto, jaguares, marimbas, manglares, guayabas, guajiros, Cien Años de Soledad, paisas, aguacates, guanadules, joropo, palenqueros, tango, orquídeas, esperanza.

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<H2><a href="https://www.antioquiacritica.com/author/luisaf/" target="_self">Luisa Fernanda González Suárez</a></H2>

Luisa Fernanda González Suárez

Soy Luisa Fernanda González, estudiante de filosofía en la Universidad de Antioquia. Siento un profundo aprecio por lo cotidiano, lo experiencial, con una relación de lo ético y lo social, donde el territorio y lo humano se forman incluso en la palabra escrita.

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