7 de julio del 2022

Educación compromiso de todos

Luego de superar todo lo que implicó la pandemia para el sector educativo, nuestras instituciones educativas están afrontando los problemas que casi dos años de virtualidad y distanciamiento produjeron en lo socioemocional y lo cognitivo.

Después de vivir más de dos años de incertidumbres debido a la pandemia, el país educativo poco a poco ha ido encontrando una leve estabilidad en los dos factores que conforman su realidad: la convivencia escolar y los procesos de enseñanza-aprendizaje, luego de un regreso difícil producto de ese encierro obligatorio y unos procesos pedagógicos sincrónico y asincrónico, con más elementos para revisar que positivos.

Ese nuevo regreso a la realidad ha servido para que muchos colegios, docentes, estudiantes y padres de familia, estemos desaprendiendo y aprendiendo con dolor, que educar a distancia y desde la virtualidad, sin preparación, sin herramientas y sin mucho conocimiento, influyo negativamente, en muchos aspectos de la formación de nuestros niños y adolescentes, que se han ido evidenciado en estos meses, en problemas de convivencia, socio-emocionales, económicos y de atrasos en los procesos de aprendizaje, que ha llevado que muchas  instituciones educativas hayan tenido a partir de diagnósticos y de la experiencia, que repensar su rol en nuevas estrategias que no solamente nivelen sino que se impacten de verdad en una formación integral.

No podemos dejar de lado que una de las dificultades de la educación colombiana es que no se ha querido adaptar a su tiempo y siempre le ha sacado excusas desde la mala mirada que se da desde Bogotá (donde se olvidan los contextos y realidades), el sindicalismo (con muchas razones pero también muchas responsabilidades) y el conformismo pedagógico en el que el sector ha ido cayendo, con el agravante que en la situación actual ha confirmado que su estructura sigue siendo elitista, esquemática y reactiva.

En este momento es difícil negar nuestra realidad y la incertidumbre que esta nos genera, pero debemos partir del hecho de que estar sin respuestas a tantas necesidades, experimentando un modelo educativo diferente, nos reta como sociedad a provocar una revolución cultural y de civilización, siendo necesario ponerse manos a la obra y reprogramarse para el cambio.

Esto no se va a hacer solo, será necesario tomar decisiones políticas, económicas, consensuales y reales, necesitará que las élites pedagógicas se adhieran a un cambio de cultura y conciencia y, eso es una tarea inmensa. Infortunadamente estamos muy anclados en el arte del olvido y, cada vez que hay una tragedia o una crisis importante, hablamos del deber de la memoria, del no volver a repetir, pero muy rara vez aprendemos de la historia y transformamos está positivamente. Y la educación es una de las tantas dolientes de esta indolencia social y ética que tenemos.

Pero cuidado, también tiene que cambiar ese sofisma distractor de que la escuela es la encargada de todo y los padres de familia tienen un compromiso fundamental, es difícil que se puedan educar los niños y jóvenes, si los padres no respetan el espacio pedagógico que se está brindando, si siguen siendo espectadores criticones y no activos de los procesos de enseñanza-aprendizaje.

Es cierto que todo lo que está pasando y que se convierte en angustia, debería ser para todos una lección importante en el sentido en que tenemos que hacer frente a las diferentes temporalidades. Que debemos aceptarlo y adaptarnos, buscando mejorar y crecer para que en una próxima situación de estas, estemos realmente preparados y conscientes para hacer las cosas de la mejor manera. Si la raza humana quiere que el mundo cambie no debe dedicarse solo a querer que cambie, debe reflexionar sobre qué acciones tomar para que este cambio realmente suceda.

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<H2><a href="https://www.antioquiacritica.com/author/alvarodriguezdiaz/" target="_self">Alvaro Rodriguez</a></H2>

Alvaro Rodriguez

Columnista de opinión, Diseñador de Experiencias Pedagógicas

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