Gran sector del país siente que las reglas de juego en la administración del poder tienen que repensarse. Estamos esperando por parte de nuestros líderes, un timonazo en el rumbo que nos permita reconstruir las reglas de juego que ayuden a impedir la guerra, la destrucción de nuestros recursos naturales, la concupiscencia con la ideología paramilitar-mafiosa, la falta de decencia en la administración del poder, el derroche de los poderosos y la concentración de la riqueza en unos pocos.
Pero el impedimento es que quienes nos han mal gobernado, precisamente ayudan a sostener el statu quo y no les interesa reformar un modelo de nación que nos invita a dividirnos, a odiarnos, a confrontarnos por lo poco que nos hacen pensar que hay.
Pienso que el cambio es un anhelo de las grandes mayorías, pero, aun así, no lo materializamos porque nos divide la confianza en la credibilidad e idoneidad de quienes enarbolan estos proyectos, generando una duda razonable, que al darles la oportunidad para dar el soñado giro de rumbo, nos lleve a lugares más sórdidos de los que ya estamos acostumbrados a transitar con cierta adaptabilidad patológica, pero esa discusión es harina de otro costal.
Nuevos acontecimientos
La reciente muerte del abogado nos pone de frente nuevamente con la necesidad de barajar las cartas, y equilibrar la administración del uso del poder, en este caso de la Policía Nacional, sobran argumentos y cifras que así lo demuestran.
Nuestra historia de conflicto tiene una fuerte incidencia en la problemática actual con la institución que debe regular la convivencia ciudadana, y entiéndase que en la palabra regular, añade implícitamente el uso de la fuerza como última herramienta para generar orden; pero que en nuestro caso es la primera.
¿De qué nos sirve tener la razón si ellos tienen el poder?
Ya que tuvimos que formar a nuestros agentes como guerreros contra cualquier organización delictiva que azotaba las zonas más desfavorecidas del país; es decir, tuvimos años donde la fuerza del Ejército no era suficiente para contener el conflicto armado y se tuvo que acudir a la militarización de la Policía, para dar abasto con la cantidad de hombres que necesitábamos para no perder la guerra.
Si bien no vivimos en completa paz, la caída de la cortina de humo de la guerra contra las FARC nos está permitiendo observar el adefesio que se causó al cambiar el enfoque. En época de guerra se sobre entendía que el agente estuviese alerta y dispuesto a reaccionar con violencia a para garantizar su vida, pero si lo llevamos al contexto de la promoción de la convivencia y el control de la sociedad, nos encontraremos con un modelo que provoca choques innecesarios, muertes, violencia irracional y en general uso desmedido de la fuerza.
No son casos aislados
Creo que nos es solo un problema de manzanas podridas, sino de un modelo de adiestramiento para la guerra y no para la convivencia. En múltiples ocasiones escuché a varios policías en conversaciones distendidas, mencionar que, su trabajo se les hizo más difícil desde que se empezaron a aplicar los Derechos Humanos en sus procedimientos, pues anteriormente nadie podía refutar el “cómo” administraban la “justicia” y el “orden”.
Y cuánta razón tienen, porque es bastante complejo pedirle a un guerrero que se regule en sus actos belicosos, pero precisamente ahí está el problema, nuestros policías no deberían ser entrenados nunca más para la guerra, sino para tener un enfoque de cercanía con la ciudadanía, de apoyo a los proyectos comunitarios y por supuesto, el correcto control de la convivencia ciudadana, reconociendo además, que estamos en un país con un precario sistema de valores cívicos que también exige su propio análisis.
Aun así, aunque se expongan miles de argumentos este gobierno no moverá un dedo para cambiar las cosas, pues ellos viven del miedo, de la zozobra que genera la posibilidad de la guerra o del silenciamiento de las voces que les incomodan, y lamentablemente la Policía se presta para que ellos puedan tener discurso de héroes de la guerra que ellos mismos provocan.
Proceso pedagógico
Nada cambiara con incendiar un CAI, con realizar asonadas, con señalar en redes sociales a los miembros de la Policía como manzanas podridas o como una institución que defiende a los poderosos.
Aquí necesitamos que quienes queremos un cambio construyamos un proceso pedagógico de paz, los invito a reconocer que aunque necesitamos que ellos cambien, nosotros también, no lo digo solo por las asonadas de ayer, sino porque debemos formular un modelo pedagógico motivado por la ciudadanía para promover valores cívicos, cultura ciudadana, sentido de pertenencia… Tal vez así además de tener la razón, algún día tengamos también el poder.