Uramita no se detiene
Uramita se levanta firme tras el temblor del domingo 14 de septiembre
Colombia volvió a sentir un fuerte temblor que despertó la preocupación de miles de personas en distintas regiones. La tierra se movió, y con ella se movieron los temores de quienes, en segundos, vieron alterada la tranquilidad de sus hogares. Sin embargo, en medio de la incertidumbre y el miedo, hay un hecho que merece destacarse: la respuesta rápida y organizada de Uramita frente a la emergencia.
Los números muestran la dimensión de lo ocurrido. Se reportaron 67 viviendas inicialmente, de las cuales 20 ya fueron verificadas como afectadas. El barrido en 27 sectores entre barrios y veredas permitió confirmar que 63 viviendas presentan daños, con 13 familias que debieron ser evacuadas. Además, cerca de 80 personas podrían requerir albergue temporal.

La verdadera fuerza de Uramita no estuvo en la magnitud del temblor que resistió, sino en la capacidad de organizarse frente a la adversidad. En cuestión de horas, autoridades y comunidad actuaron de manera coordinada, demostrando que la unión, la disciplina y la decisión colectiva son las herramientas más poderosas para enfrentar cualquier emergencia.
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Estas cifras no son solo estadísticas: detrás de cada número hay una familia que vio en minutos cómo su seguridad se ponía en riesgo. Y lo más importante es que esas familias no quedaron solas. Desde las primeras horas, el Puesto de Mando Unificado (PMU) fue activado, lo que permitió tomar decisiones rápidas, verificar daños y acompañar a los afectados.
Eso es gestión. Eso es responsabilidad. No se esperó a que otros actuaran primero, no se dejó a la suerte lo que debía resolverse de inmediato. Urumita mostró que, incluso con limitaciones, es posible dar pasos firmes para proteger a la comunidad.
El alcalde y su equipo entendieron algo fundamental: en una emergencia cada minuto cuenta. Estar presente en el territorio, activar protocolos y garantizar un acompañamiento oportuno es lo que marca la diferencia entre el desorden y la confianza ciudadana.
En un país donde muchas veces las emergencias terminan agravándose por la falta de reacción oportuna, este caso demuestra que sí es posible responder con seriedad y eficacia. La gente de Urumita no se quedó esperando; supo que había una administración al frente, dispuesta a dar la cara y a trabajar por su seguridad.
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Por supuesto, la tarea no termina aquí
Vienen los procesos de evaluación de daños, la atención a las familias evacuadas y la búsqueda de soluciones para quienes perdieron lo más valioso: la tranquilidad de su vivienda. Pero lo que ya se logró en las primeras horas es un avance enorme: orden, acompañamiento y claridad en la información.
Este temblor deja varias lecciones. La primera, que seguimos siendo un país vulnerable frente a los movimientos de la tierra y que la prevención debe ser constante. La segunda, que la capacidad de reacción de un municipio es decisiva. Cuando hay presencia real, cuando se actúa con rapidez, cuando se acompaña a las familias en lugar de dejarlas solas, la comunidad se siente protegida y puede empezar a levantarse con esperanza.
Lo ocurrido en Uramita no es un gesto aislado; es la prueba de que un liderazgo comprometido puede transformar la angustia en organización y la incertidumbre en confianza. Eso es lo que hoy se debe resaltar: que en medio del susto, un municipio pequeño mostró grandeza en la manera de cuidar a su gente.
Esa certeza es quizás el mayor aprendizaje de lo vivido: que frente a la fragilidad de la naturaleza, lo único que puede darnos seguridad es la capacidad de organizarnos y confiar en quienes lideran. Uramita demostró que no se necesita ser una gran ciudad para dar ejemplo de respuesta y resiliencia; basta con tener decisión, compromiso y la convicción de que la vida y la dignidad de la gente son lo primero. Y ese será el recuerdo que permanezca: el de un pueblo que supo levantarse con firmeza y demostrar que la unidad es más fuerte que cualquier temblor.
















