NOS ESTÁN DESAPARECIENDO
Colombia duele: desaparecen nuestros niños, niñas y mujeres

Valeria vive en cada voz que no calla
Colombia vive una de las crisis más silenciosas y dolorosas de los últimos años: cada día desaparecen personas, cada día asesinan mujeres, cada día una familia se rompe. Sin embargo, entre la vorágine de noticias y la saturación informativa, corremos el riesgo de normalizar lo inaceptable.
El reciente caso de Valeria Afanador, la niña de 10 años desaparecida en Cajicá y hallada sin vida días después, nos confronta con una realidad que preferimos no ver. Valeria no es un número. Valeria es hija, hermana, amiga. Es símbolo de miles de familias que viven un infierno cuando un ser querido se esfuma sin rastro.
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Las cifras son estremecedoras. Según la Defensoría del Pueblo, en 2024 se registraron 885 feminicidios en Colombia y, solo en el primer semestre de 2025, 342 mujeres han sido asesinadas (Defensoría del Pueblo, 2025). Por su parte, el Instituto Nacional de Medicina Legal reportó que en 2024 se documentaron más de 7.500 denuncias por desaparición de niñas, niños y adolescentes, y este año la tendencia sigue en aumento (Medicina Legal, 2025).
Estas no son cifras frías: son vidas truncadas, familias desgarradas, comunidades enteras que pierden la confianza y la paz.
El dolor se multiplica porque en Colombia aún no contamos con un sistema de alerta temprana nacional similar a la Alerta Amber que funciona en otros países. Aunque existe el Mecanismo de Búsqueda Urgente (MBU), contemplado en la Ley 971 de 2005, la realidad es que pocos ciudadanos saben que pueden solicitarlo y, en muchos casos, su activación es lenta. Cada hora que pasa es crucial, pero seguimos reaccionando tarde.
En el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, que incluye Medellín, Bello, Itagüí, Envigado y otros municipios, esta problemática también golpea con fuerza. Aquí, la prevención debería ser prioridad:
- Protocolos seguros en colegios y rutas escolares.
- Cámaras interconectadas entre municipios para reforzar la búsqueda inmediata.
- Equipos de reacción rápida entre Policía, Fiscalía, ICBF y alcaldías.
- Campañas masivas en transporte público, estaciones de metro y redes sociales para educar sobre prevención y denuncia.
Lo que sí podemos hacer como sociedad
Más allá de las instituciones, como ciudadanos tenemos herramientas para cuidar a los nuestros:
- Observar y reportar cualquier comportamiento sospechoso en parques, barrios, colegios o transporte.
- Compartir información verificada cuando alguien desaparece, evitando rumores que confunden y retrasan la búsqueda.
- Crear redes comunitarias de alerta temprana, aprovechando grupos vecinales, chats escolares y plataformas digitales.
- Educar a nuestros niños y niñas sobre autocuidado, números de emergencia y cómo pedir ayuda.
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Empatía y acción: un llamado inaplazable
La desaparición de un niño, una niña o una mujer no debería ser solo una noticia de portada que olvidamos al día siguiente. Detrás hay madres recorriendo hospitales, padres que no duermen, hermanos que preguntan dónde está su ser querido. Cada caso es una herida colectiva que nos interpela.
No podemos permitir que el miedo y la indiferencia ganen terreno. Necesitamos empatía real, prevención efectiva y acciones contundentes. No se trata solo de exigir justicia, sino de construir entornos más seguros para que ninguna familia vuelva a pasar por lo que hoy vive la de Valeria.
Valeria no regresa, y duele aceptarlo Pero su historia como la de tantas niñas, niños y mujeres que hoy no están, no puede quedar sepultada bajo montones de cifras frías. Cada desaparición es un grito que nos recuerda que algo estamos haciendo mal como sociedad. No podemos normalizar el miedo, ni resignarnos a la impotencia. Nos corresponde exigir respuestas, fortalecer las redes de protección y acompañar a las familias que buscan. Que el nombre de Valeria no sea solo una estadística, sino el motor que nos impulse a actuar. Porque proteger la vida, especialmente la de quienes son más vulnerables, es una responsabilidad colectiva. Callar nos hace cómplices; hablar, prevenir y actuar, puede salvar vidas.
Porque cada niño, cada niña, cada mujer desaparecida es una voz que nos grita que no podemos esperar más.