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Informe especial: De norte a sur y de oriente a occidente: así crecieron los cultivos de coca en Antioquia

Antioquia, 1 septiembre de 2021.- El lunes 21 de diciembre de 2020, un mes antes de su muerte, el entonces ministro de Defensa Carlos Holmes Trujillo aseguró que en el oriente antioqueño ya no había cultivos de coca. Dijo que se habían erradicado 148,2 hectáreas sembradas con matas que se “transforman en cocaína, el motor de las masacres y asesinatos de líderes sociales” y que la Fuerza Pública continuaría con una ofensiva total contra el narcotráfico en esa subregión de Antioquia.

por | Sep 2, 2021 | Opinión

Antioquia, 1 septiembre de 2021.- El lunes 21 de diciembre de 2020, un mes antes de su muerte, el entonces ministro de Defensa Carlos Holmes Trujillo aseguró que en el oriente antioqueño ya no había cultivos de coca. Dijo que se habían erradicado 148,2 hectáreas sembradas con matas que se “transforman en cocaína, el motor de las masacres y asesinatos de líderes sociales” y que la Fuerza Pública continuaría con una ofensiva total contra el narcotráfico en esa subregión de Antioquia.

Añadió que además de la erradicación manual de los cultivos de hoja de coca, fueron localizados y destruidos 34 laboratorios para la producción de pasta base de coca, y cuatro laboratorios para elaborar clorhidrato de cocaína. Con ello, el ministro cumplía una promesa que hizo el 7 de noviembre de ese mismo año en un consejo de seguridad realizado en el municipio de El Carmen de Viboral, Antioquia.

Advirtió allí que se verificaría constantemente que no volvieran a registrarse cultivos de coca en la zona. La intención del mensaje ministerial era hacer creer que había llegado a su fin toda la cadena del tráfico de estupefacientes, que incluye los cultivos, el procesamiento y la comercialización. Palabras más, palabras menos, el Gobierno Duque había acabado con las operaciones narco en el Oriente, aunque quedaba debiendo las capturas de líderes y dueños del negocio, uno de los eslabones más fuertes de esa cadena.

Puro cuento, sin ofender la memoria del ministro. Si hubo erradicación y destrucción de laboratorios, pero no fue el fin del negocio. Esas 148,2 hectáreas que mencionó Trujillo equivalen al 1.23 % del total del área sembrada con coca en Antioquia que, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) es de 12.090 hectáreas. Si para calcular esa extensión, tanto el Gobierno Nacional como la UNODC toman en cuenta los resultados operacionales de Ejército y Policía, y expertos aseguran que esa cifra apenas se acerca un 75 % a la realidad, entonces en Antioquia habría 16.120 hectáreas (ha) con cultivos de coca y en el Oriente antioqueño realmente había 1.290 ha. Es decir, que sin las 148,2 ha que dijo el ministro Trujillo que fueron erradicadas, aún restaban 1.141,8 ha.

Fuentes consultadas por Análisis Urbano señalan que integrantes de la fuerza pública les mienten con alguna frecuencia a sus superiores para demostrar resultados, ganar premios, ascensos y permisos. Las cifras oficiales siempre hay que mirarlas con beneficio de inventario, si los cálculos se basan en esa información.

Por todo lo anterior, nos atrevemos a decir que en el oriente del departamento no se acabaron los cultivos, tampoco los laboratorios y mucho menos la comercialización de la cocaína. De hecho, ese territorio se ha convertido desde hace un par de décadas en el paraíso de narcos de todas las clases, estilos y raigambres, donde derrochan lujo y exhiben costosos autos y mujeres deslumbrantes. Por considerar que es el mejor vividero, algunos han establecido allí su lugar de residencia junto a sus familias, otros lo utilizan como refugio y muchos otros disfrutan de los sitios de recreo que han construido y en los que hacen fiestas excéntricas con drogas y licor, en las que hacen presencia artistas de renombre tanto nacionales como internacionales.

Para entender por qué se asegura que el Oriente antioqueño es un paraíso mafioso, empezaremos por el principio: la siembra de coca.

En Antioquia se incrementó la siembre de coca

En su más reciente informe, presentado el 29 de julio de 2021 y en el que se realiza un análisis de datos recopilados entre 2019 y 2020, afirma el Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (SIMCI) de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), que en Colombia se registró una reducción del 7 % en el área sembrada con coca en el país. En 2019 había 154.000 hectáreas (ha), que a 31 de diciembre disminuyeron a 143.000 ha. El 62 % de la coca está sembrada en el 5 % del país. (Descargar informe)

Por el contrario, en Antioquia hubo un incremento del 27.5 % en el área sembrada con coca (pasó de 9.482 hectáreas en 2019 a 12.090 ha en 2020) y del 24 % en los otros tres factores que inciden en la producción de cocaína: la cantidad de alcaloide que se produce en cada hectárea, la capacidad de extraer ese alcaloide de la hoja para convertirlo en pasta o base de cocaína y la capacidad de transformar esa pasta o base en clorhidrato de cocaína. El panorama no es para nada halagador en el departamento.

El enclave Valdivia-Tarazá-Cáceres fue el de mayor crecimiento, pues aumentó tanto la cantidad de matas de coca (16 % frente lo reportado en el 2019) como la extensión territorial (más del 50 % de lo definido en el 2019). Valdivia es el municipio con mayor área sembrada, con 2.834 ha (2 % del total nacional y 11 % del total regional). De las 36 veredas que tiene Valdivia, en 27 hay cultivos de hoja de coca. Las zonas de expansión están principalmente en cercanías al núcleo de concentración en el Bajo Cauca.

Un enclave, según el Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (SIMCI) es un territorio que presenta una concentración de cultivos de coca altamente significativa (hectáreas sembradas por kilómetro cuadrado) y la persistencia del fenómeno supera los cuatro años. Asimismo, se presentan más variedades, mejores rendimientos, mejor manejo cultural y densidad de siembra). Igualmente, en estos enclaves se integran el cultivo y el procesamiento.

Integrantes del Ejército colombiano trabajan, en diciembre de 2020, en una jornada de erradicación de cultivos de coca en zona rural de Tumaco. EFE/Carlos Ortega/Archivo

En Antioquia, indica el SIMCI, los sembrados de coca están en 29 municipios: Tarazá, Cáceres, Bagre, Zaragoza y Nechí (Bajo Cauca); Valdivia, Ituango, Briceño, Yarumal, Toledo, San Andrés de Cuerquia, Campamento y Angostura (Norte); Segovia, Remedios, Vegachí, Yalí, Anorí y Amalfi (Nordeste); Yondó y Maceo (Magdalena Medio); Turbo, Apartadó, San Pedro, Chigorodó, Mutatá y Murindó (Urabá); y San Luis y San Francisco (Oriente).

Advierte el informe de la UNODC que las unidades de producción han mejorado las técnicas agroindustriales, es decir, producen una mejor hoja y han disminuido las pérdidas debido al manejo positivo que han dado a las contingencias (representadas en el clima, las plagas y la Fuerza Pública, según nuestra interpretación). Consecuencia de lo anterior, Antioquia -se desprende del escrito-, fue uno de los departamentos en los que se registró la productividad más alta de los cultivos de coca, alcanzando 7.700 kilos de hoja de coca por hectárea productiva.

Lo anterior redundó, consecuentemente, en un mejor rendimiento del proceso de extracción de pasta base de coca, el más alto del país, que llegó a los 2.27 kilos de pasta base de coca (PBC) por tonelada de hoja de coca en 2020.

Esos territorios se convierten en un tesoro, puesto que la mata de coca no crece en cualquier parte. Se requieren condiciones especiales de temperatura, terreno, humedad, altura sobre el nivel del mar, ubicación, inclusive seguridad, transporte, mano de obra, abandono estatal, ambición, corrupción…

Cerca de los municipios en los que se siembra coca están ubicados los laboratorios en los que se procesa la hoja. Esto porque no siempre donde hay cultivos se instalan laboratorios, sin embargo, observa la UNODC, la tendencia es a que en esos mismos territorios se realice toda la producción de la cocaína, para evitar encontrarse con las autoridades durante el traslado de la hoja hasta los laboratorios o no ser descubierto en el laboratorio mismo. En el 2020 se estima que el 43 % de los cultivadores de coca en Colombia vendió la hoja, mientras que el 57 % produjo pasta básica de cocaína. Además, los grupos armados ilegales -disidencias de las Farc, Eln, AGC, Caparros (Bloque Virgilio Peralta Arenas) y Oficina del Valle de Aburrá, entre otros- custodian esos enclaves con más hombres y más armamento.

Según la Fundación Ideas para la Paz (FIP), hay zonas en el país donde los grupos armados ilegales han consolidado su influencia a punta de armas, temor y sangre. Ejército y Policía saben dónde están, pero no los enfrentan. El dinero de la mafia está entre las razones de esa decisión.

Desde 2017 se viene reduciendo el número de laboratorios de producción de clorhidrato de cocaína desmantelados. Y eso que algunos positivos del Ejército son falsos, como decíamos al principio de este artículo. Las autoridades han explicado que la disminución en el desmantelamiento de infraestructuras, tanto de producción primaria como de conversión a clorhidrato de cocaína, es debido a las limitaciones generadas por la pandemia por la Covid 19…

Las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, AGC o Clan del Golfo dominan en Antioquia. No son los únicos, pero son los que más hombres y armamentos tienen alrededor de cultivos ilícitos. En Colombia están, además, los Puntilleros (herederos de Mauricio Pachón, alias puntilla, y de Daniel el Loco Barrera) y los Pelusos (exEPL), que son, con las AGC, los grupos armados organizados, GAO, más poderosos del país. Así fueron rebautizados mediante la Directiva 0015 de 2016, que dejó sin efecto otra directiva de 2011, que los denominaba como bacrim (bandas criminales). Según el Ministerio de Defensa, están integrados por unos 3000 hombres. Creemos que son más los miembros de estas estructuras armadas ilegales, por ejemplo, las AGC podrían tener entre siete a diez mil miembros directos e indirectos.

Los carteles mexicanos se han aliado con estos grupos y se encargan de la comercialización internacional. Las autoridades tienen información de la fuerte presencia del Cartel de los Zetas o Cartel del Noreste en el país. Ellos son, en mayor medida, quienes se encargan de sacar la droga por puertos clandestinos en el Caribe, en el Pacífico, por Ecuador, Panamá y Venezuela, para llevarla principalmente a Estados Unidos, Europa y Asia y en menor medida a África y Oceanía.

Venezuela es la puerta de salida de los alijos hacia África occidental y Europa. También hacia Brasil, donde se surten los principales carteles cariocas, como el primer comando de la capital (Pcc), la familia do norte (Fdn) y el comando vermelho (Cv).

Las AGC o Clan del Golfo se aliaron con el cartel de Sinaloa, quienes tienen presencia en Antioquia y, según la Policía Antinarcóticos, se encargan de la venta internacional de la cocaína, lo que trae beneficios a los locales porque les reduce riesgos de capturas y judicializaciones en el exterior.

Hay otros grupos “menores” en Antioquia, «Los Urbanos» que compran la hoja, construyen sus propios laboratorios y elaboran el alucinógeno para surtir el mercado local.

En el estudio, el Gobierno Nacional y la UNODC parecen inferir que es en las zonas rurales de los 29 municipios antioqueños que mencionamos anteriormente en las que están ubicados los únicos, cristalizaderos, cocinas y complejos cocaleros que hay en el departamento. Pero como ya lo advertimos, no es así. Ni en todas hay complejos ni todos los laboratorios están allí.

Por ejemplo, en marzo de 2021, la Policía desmanteló en el corregimiento Altavista, suroccidente de Medellín, un laboratorio de clorhidrato de cocaína. Un delegado de una poderosa estructura del crimen urbano y un químico experto en extraer el alcaloide para convertirlo en pasta y luego volverlo clorhidrato, se ocuparon de enseñar a la banda de los Chivos el proceso y les encargaron producir una tonelada mensual del alcaloide para surtir sus plazas. La Policía indicó entonces que ese era el sexto laboratorio hallado en el Valle Aburrá en los últimos seis años, un promedio de uno por año.

Otro ejemplo de que hay laboratorios en cualquier parte de Antioquia está en el Occidente. En enero de 2021, un grupo de comandos Jungla de la Dirección Antinarcóticos de la Policía Nacional descubrió un laboratorio de madera construido bajo tierra en una zona boscosa de la vereda San José, municipio de Sopetrán. En el lugar había ocho hombres y una mujer pertenecientes al frente Edwin Román de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, AGC o Clan del Golfo. En el sitio fueron encontrados 55 kilos de clorhidrato de cocaína sólida, 385 galones de cocaína líquida, 148 galones de base de coca líquida, 1.5 toneladas de insumos sólidos y 4.6 kilos de químicos en estado líquido.

Ya se dijo que es con base en los resultados de esta clase de operativos realizados por Ejército y Policía, que el Gobierno Nacional, la UNODC, el SIMCI, la Oficina para el Control de Drogas de la Casa Blanca y hasta la secretaría de Gobierno de Antioquia (que se contradice en las cifras con el Gobierno Nacional) elaboran estadísticas para la identificación de las zonas rurales en las que están ubicados tanto los cultivos como los laboratorios. Si no los localizan, si no los delatan, no existen, no cuentan.

Es por ello que, aunado a información suministrada por raspachines y cocineros, podemos afirmar que la mata de coca se siembra en muchos más y reducidos territorios del país y que en cualquiera de los 165 mil kilómetros cuadrados de selva que tiene Colombia se instalan con frecuencia rudimentarios laboratorios para la elaboración de la cocaína. Y eso que la comercialización, transporte y uso de insumos para la producción del alucinógeno están prohibidos.

Esta situación ha originado que varios líderes sociales de la región denuncien que el paramilitarismo nunca se fue del oriente, por el contrario, se ha fortalecido con los dineros del narcotráfico fortaleciendo su accionar, entre otras, para amenazar a los defensores de derechos humanos de la zona que denuncian que no solo el accionar paramilitar afecta la organización social y la movilización en el oriente antioqueño, sino que protege y auspicia las “rumbas duras” en municipios como como El Peñol, Guatapé, San Carlos y San Rafael, donde participan cientos de jóvenes con un alto consumo de drogas.

¿El crimen trasnacional se apoderó del oriente antioqueño?

Todo esto que hemos dicho, sumado a que entre las bandas de los Pamplonas, El Clan Isaza y los Mesa hay una fuerte disputa territorial, ninguno de los 23 municipios del Oriente antioqueño está a salvo de las estructuras criminales porque son muchos poderes ilegales que están en el territorio.

Espere la segunda parte de este informe especial: Oriente antioqueño y cocaína

Informe especial elaborado en conjunto de:

Análisis Urbano

Antioquia Crítica

<H2><a href="https://www.antioquiacritica.com/author/ingridac/" target="_self">Ingrid Barbarán</a></H2>

Ingrid Barbarán

Comunicadora social y periodista. Apasionada por investigar y mostrar la realidad.
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