Una banda que sostiene la cultura: el poder transformador de la música en Itagüí
En tiempos donde la cultura suele ser la primera sacrificada en los presupuestos y la última en los discursos de poder, experiencias como la Banda Sinfónica Ciudad de Itagüí demuestran que el arte no es un adorno, sino una necesidad. Esta agrupación musical, compuesta por niños, niñas y jóvenes del municipio, es mucho más que un escenario de formación musical: es un proyecto cultural con profundo impacto social.
La banda, como práctica colectiva, enseña algo que hoy parece olvidado: el valor de la armonía, del trabajo en equipo, del respeto por los ritmos del otro. Estos aprendizajes, que parecen técnicos o musicales, en realidad son profundamente culturales. Quien aprende a escuchar a los demás, a esperar su turno para intervenir, a afinarse con el conjunto, está aprendiendo también a vivir en comunidad.
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El arte, cuando es accesible y constante, transforma territorios. Y la Banda Sinfónica es eso: una forma de acceso a la cultura para decenas de familias que quizás no tendrían otra vía para acercarse a la música académica. En muchas ciudades, este tipo de formación está reservado para élites o instituciones privadas. En Itagüí, por el contrario, se convierte en política pública: gratuita, incluyente, abierta. Eso es democratizar la cultura.

Las familias, los barrios, la ciudad entera se ve beneficiada cuando un grupo como la Banda Sinfónica florece
Además, este tipo de procesos culturales son un soporte silencioso pero fundamental de otros derechos. La banda previene el consumo de drogas y el reclutamiento, fortalece la autoestima y el sentido de pertenencia, brinda rutinas positivas y crea vínculos afectivos entre los jóvenes. No hay que subestimar el poder de un ensayo semanal: allí se fraguan amistades, se consolida disciplina, se construyen sueños.
Pero no solo se trata de los jóvenes. Las familias, los barrios, la ciudad entera se ve beneficiada cuando un grupo como la Banda Sinfónica florece. Porque los conciertos son encuentros ciudadanos; porque los logros de los chicos se celebran colectivamente; porque la música convoca y une, incluso en una sociedad marcada por la desconfianza.
El apoyo a esta banda no puede limitarse a lo institucional básico. Requiere visión cultural. Implica dotación digna, circulación constante, intercambios nacionales e internacionales, y un reconocimiento real del papel que cumple. No se trata solo de formar músicos, sino de formar tejido social. De reconocer que el arte tiene un rol fundamental en la construcción de ciudadanía, identidad y resiliencia.

Es guía, confidente, formador y faro. No solo enseña a leer partituras, sino a leer la vida en clave de respeto y esfuerzo.
En definitiva, la Banda Sinfónica Ciudad de Itagüí no es solo un espacio musical: es un proyecto cultural con impacto en la vida cotidiana, en la memoria colectiva y en la forma en que los jóvenes se piensan a sí mismos y a su ciudad. Apoyarla es una decisión ética, pedagógica y política. Porque donde la música entra, también entra la esperanza. Y porque toda ciudad que se respete, necesita una banda que la represente: no solo con notas, sino con sentido.














