«No podemos seguir dejando que quienes compran campañas con mil millones sean los que decidan sobre nuestras vidas.» La frase no la pronuncia una política tradicional ni una figura de partido. Es de Adriana Ruiz, una mujer del Oriente antioqueño que ha hecho de las redes sociales un espacio de resistencia y que hoy busca dar el salto al Senado.
A primera vista, su candidatura puede despertar escepticismo. ¿Otra influencer en política? Pero en Adriana el término “influencer” no significa frivolidad ni espectáculo: significa haber construido, desde cero, una comunidad con la que conversa a diario sobre justicia social, feminismo, defensa del territorio y derechos laborales. Una comunidad que no se mide en seguidores, sino en confianza.
Un legado sindical y territorial
Hija de una mujer sindicalista, Adriana creció escuchando historias de huelgas, marchas y negociaciones que no siempre terminaban en victorias, pero que enseñaban la importancia de resistir. Esa raíz marcó su manera de ver la política: no como un escenario de élites, sino como un campo de lucha por la dignidad.
En el Oriente antioqueño, Adriana se convirtió en una voz firme contra proyectos extractivos que amenazan la tierra. Ha estado en las movilizaciones contra la minería y en el rechazo al área metropolitana, defendiendo lo que ella llama “el derecho de las comunidades a decidir sobre su propio futuro”. Esa experiencia territorial, dice, le mostró que el poder político se construye desde abajo, con la gente y no a espaldas de ella.
Lea también: Reconocida influencer del oriente antioqueño denuncia seguimientos en su casa y su trabajo
Adriana Ruiz: de los algoritmos a las leyes
Cuando empezó a usar redes sociales, no imaginaba que terminarían siendo su plataforma política. Allí aprendió a contar historias, a explicar debates nacionales en un lenguaje claro y a conectar luchas locales con causas globales.
“Lo que hacemos en digital no es distinto a lo que hacemos en el territorio: generar comunidad”, explica. Y ese es precisamente su argumento para dar el salto al Congreso: si ya logró movilizar miles de voces en línea, puede ayudar a que esas voces se conviertan en leyes que defiendan derechos.
Autenticidad frente a la politiquería
Adriana habla sin teleprompter ni guiones calculados. Esa autenticidad la ha distinguido de la política tradicional, marcada por discursos enlatados y campañas millonarias. Ella misma lo dice con ironía: “No tendré 1.000 millones para una campaña, pero tengo algo que vale más: la credibilidad de la gente que me escucha porque sabe que soy como ellos.”
Sus temas son claros: igualdad de género, defensa del ambiente, educación pública, derechos LGBTIQ+ y justicia laboral. No son banderas nuevas en la izquierda, pero ella las levanta con un estilo fresco, directo y profundamente conectado con la vida cotidiana de las personas.
Un poder que no se compra
En tiempos en que las campañas parecen batallas de billeteras, Adriana apuesta por otro camino. Su fuerza no está en los grandes afiches ni en las caravanas, sino en la capacidad de movilizar desde la conversación digital y el trabajo comunitario.
Su candidatura plantea una pregunta incómoda para los de siempre: ¿qué pasa si la política deja de depender del dinero y vuelve a depender de la gente?
De la comunidad digital a la comunidad nacional
El salto que Adriana Ruiz quiere dar no es individual, sino colectivo. Busca ser la voz de quienes se sienten marginados por un Congreso desconectado de las realidades territoriales.
Para ella, el reto es claro: “Llevar nuestras luchas al corazón del poder.”
La apuesta está sobre la mesa. Queda en manos de los votantes decidir si están listos para enviar al Senado no a otra política tradicional, sino a una mujer que viene de abajo, que ha construido comunidad y que se atreve a hacer política de manera distinta.