
La esencia de The Farm Country School se apoderó de las calles de Girardota en un desfile lleno de encanto y emoción. En un recorrido que abarcó tres cuadras, esta escuela bilingüe, ubicada en la idílica vereda El Totumo, celebró con fervor el Día de la Antioqueñidad al adentrarse en las pintorescas calles del municipio de Girardota.
La marcha estuvo encabezada por un carro antiguo, adornado con flores que parecían desbordar alegría en su fragante estela. Detrás de este vehículo emblemático, los niños y niñas de la escuela se desplazaron vestidos como auténticos campesinos, convirtiendo el pavimento en su pasarela festiva. Los acordes de la música pachanguera los acompañaban en este desfile de sueños y sonrisas.
La escena que se desplegaba ante los ojos era de una ternura desbordante: los niños acomodados en coches, en brazos amorosos, en carritos a control remoto e incluso algunos daban sus pasos más cautelosos, todos ellos engalanados con disfraces que infundían vida y color a la cálida mañana. Las calles vibraban con el entusiasmo de estos jóvenes protagonistas, cada uno respaldado por el cariño y la admiración de sus familiares.
Los abuelos y abuelas, con miradas llenas de cariño y ojos llenos de emoción, se convertían en paparazis temporales, inmortalizando con sus cámaras cada paso valiente de sus nietos. Madres y padres irradiaban orgullo mientras sostenían las manitas de sus pequeños tesoros, compartiendo con ellos la dicha de ser parte de este espectáculo emocionante.
A lo largo del recorrido, curiosos y sonrientes rostros se acercaban para conocer más sobre la escuela, mientras que otros se detenían, fascinados, cuando eran saludados con un tierno «Buenos días» por los niños, quienes respondían con su dulce acento al decir «Good morning». Las palabras trascendían fronteras en un intercambio sincero de culturas y corazones.
La marcha, meticulosamente organizada por el dedicado personal docente, reflejaba la pasión y el compromiso que todos compartían por este evento excepcional. Los profesores, más que simples espectadores, se sumaban con alegría a la celebración, haciendo sonar sus pitos y contagiándose del ritmo contagioso de la música interpretada por el grupo que los acompañaba.
Este desfile no fue simplemente un evento; fue un canto vibrante a la identidad y al amor por la tierra, tejido con los hilos de risas infantiles, vestidos campesinos, miradas de orgullo y el inquebrantable espíritu de comunidad. The Farm Country School trascendió sus muros, inundando las calles con su encanto y dejando una huella imborrable en los corazones de todos aquellos que tuvieron la suerte de ser testigos de esta mágica jornada.