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Temores.

Por un segundo recordó el momento en que vio su hermana mientras caía, pero esta vez era el cuerpo de Violeta el que chocaba contra el suelo.

por | Ago 30, 2020 | Antioquia Literaria

Algo en su interior siempre supo que funcionaría. Sabía que ella no podría olvidarlo por completo. Algo tan grande sólo puede sentirse cuando se está destinado a alguien.

Había llegado a pensar que lo que había ocurrido con su hermana era necesario para hallarla. Para llegar allí. Ya la había encontrado dos veces.

Era su turno y confiaba en que lo haría.

Llevaba varios meses ya, en los que día a día iba a la misma cafetería. Pasaba allí todo el día y sólo anhelaba verla entrar por esa puerta.

El día en que ocurrió, aquel momento en que sintió que la perdía. La vio flotando en el aire, pero no pudo hacer nada, sólo mirarla. Parecía que el tiempo se había detenido.

En sus ojos no se veía miedo. No había temor de ninguna forma. Pero sintió tantas preguntas que, él sabía que no podría responder en ese momento.

Con lo que no contaba es que ahora no sabría si era posible contestarlas en algún momento. El temor que ella no había sentido llegó a él de golpe.

El miedo se apoderó de él. Anhelaba tanto ser real para ella que, ni si quiera él mismo, podía explicar cómo era posible que siguiera huyendo de las demás personas.

No quería ser real ante el mundo, pero no quería perderla.

Su cabeza iba a explotar ¿por qué no podía estar de acuerdo consigo mismo? ¿Por qué las personas siempre eran coherentes y él no podía entender qué sentía?

Aún no comprendía por qué su instinto lo hizo escapar aquel día. Tantos meses, tanto tiempo invertido en encontrarla y la abandonó. Ese momento no salía de su cabeza.

La veía allí, detenida en el tiempo, suspendida en el aire, pero al mismo tiempo sabía que, en cuanto tocara el suelo todo podría acabar.

Ella no dejó de mirarlo ni un momento.

En cuanto tocó el suelo, sus ojos se perdieron en la inmensidad. Fue extraño, sus pupilas nunca dejaron de apuntar a él, pero su mirada no estaba. Era como si la sacudida hubiera espantado todo fragmento de vida y ahora esos ojos que tanto amaba no contuvieran nada.

La sangre comenzó a salir de inmediato, su hermoso cabello se tiñó de rojo. No podía evitar confundir la imagen con el cráneo destrozado de su hermana.

Quiso abrazarla, gritar su nombre, irse junto con ella de aquella realidad. Pero no pudo. En cuanto sus ojos dejaron de contener su mirada. El tiempo volvió a la normalidad.

Un extraño efecto que agradecía, que le permitió memorizar cada milésima de segundo su rostro, su cuerpo a contraluz. Atardecía, pero el sol la hizo ver más radiante que nunca y era aquella imagen la que intentaba contener.

El frío golpe del pavimento lo hizo reaccionar.

La adrenalina era tal que no sintió dolor alguno. La moto era rentada, nadie sabría que era él quién estaba con ella. No podía quedarse allí y ver como nadie comprendería su amor.

No podía ver los últimos momentos de su amada. No soportaba la idea de ver como la mujer que amaba se iba de su vida una vez más. Fue cobarde, huyó, como siempre lo hizo.

Todos pensarían, una vez más que todo estaba en su cabeza. No dejaba de recordar lo que la señora Angélica le había comentado. Desde muy niña, Violeta tuvo algunos comportamientos que su abuela vio preocupada.

No quiso explicar bien la razón de aquello. Pero cuando hablaba de un amigo imaginario que su nieta tenía cuando era niña, lo hacía con el temor más grande.

Algunos pensarían que esto es tierno. Pero en Violeta lo vieron como un signo de alarma. Desde muy pequeña comenzaron a llevarla a terapias.

Por un tiempo no comprendía la razón de tantas preguntas. Todo eso para asegurarse qué pasaba con sus amigos imaginarios. Al parecer no encontraron mucho al principio.

Pero después de un tiempo, comenzó a tener pesadillas.

Aquel día, mientras la señora Angélica se desahogaba con él, le contó una historia que, por alguna razón no dejaba de darle vueltas

-Mi nieta siempre fue una niña muy feliz, pero… desde muy pequeña vi en ella una lucha interna que no puedo describir. Pero que sé cómo puede terminar- Tuvo que parar un momento para llorar.

Realmente se veía muy afectada.

-Ella…-Continuó- como decirlo… hablaba con alguien, yo lo sé. No era un amigo imaginario como todos pensaban. Eran voces que escuchaba y sentía reales. Aunque ella nunca lo admitiera. Yo conozco esa mirada- Parecía estar recordando algo, pero no tuvo oportunidad de preguntar.

Algún día lo sabría. Ahora consideraba, dedicarse a encontrar esa verdad.

Su instinto le decía que era importante, pero su corazón le pedía que siguiera yendo a aquella cafetería. Y allí estaba, como todos los días. Tomando un café mientras recordaba aquella conversación.

Como si repasarla en su cabeza pudiera darle nuevos detalles que lo impulsaran a dejar de esperarla e ir a su encuentro.

-Cuando cumplió 8, o tal vez 10 años- Continuó- Comenzó a tener pesadillas. En aquel tiempo vivíamos en un tercer piso. Pero después de lo que ocurrió, tuvimos que irnos de allí- Recordaba, incluso que en ese momento de la historia vio un poco de duda.

Como si no sintiera correcto contarle, pero necesitaba desahogarse. Continuó

-Una noche, estábamos todos dormidos. Era aquel momento de la noche en que todo parece más oscuro de lo normal- Su mirada comenzó a cambiar. Ahora parecía sentir miedo.

-Ella tenía su propio cuarto, siempre prefirió dormir sola, aunque, por alguna razón preparaba la mitad de la cama como si alguien la acompañara. Creo que, en el fondo, evitamos preguntarle por temor a la respuesta- Ya estaba más calmada. Pero él se sentía cada vez más ansioso.

– En medio de la noche escuchamos un ruido que pareció un grito. Sin embargo, nunca he escuchado un sonido tan agudo saliendo de un ser humano. Retumbó en toda la casa.- Por un momento se quedó en silencio.

-Como si el sonido no tuviera por dónde escapar. Nuestro primer pensamiento fue ella, Violeta. Y no fallamos- Un escalofrío recorrió su cuerpo, aunque en ese momento no entendió por qué.

– Su madre y yo llegamos casi al tiempo a su habitación. Entramos, pero nadie podría estar preparado para un momento así. La ventana estaba abierta, la luz apagada. Pero la luna cubría la habitación como si su luz fuera todo- Los sollozos se hicieron cada vez más fuertes.

– Instintivamente corrimos a la ventana. ¿En qué momento se nos ocurrió dejar una ventana justo en la cabecera de su cama? – Lo miró a los ojos esperando una respuesta sensata.

-Pero dime ¿cómo podríamos nosotros saber que saltaría de allí? – Esas palabras se sintieron como un golpe en el estómago. Quedó sin aire.

No podía haber tanta coincidencia.

-Ni siquiera puedo describir la imagen al verla allí, tirada. Tan indefensa y al tiempo tan lejana a la vida. Las lesiones no fueron graves. A decir verdad, contó con mucha suerte porque cayó en un arbusto- Por un segundo recordó el momento en que vio su hermana mientras caía, pero esta vez era el cuerpo de Violeta el que chocaba contra el suelo.

-El temor siempre estuvo allí. Esa fue la primera vez que recibió atención. Hasta allí tuvo que llegar para que le dieran un diagnóstico- Comenzó a llorar- ¡Yo se los dije! ¡Siempre se los dije y no me hicieron caso!-

No podía evitar sentir que algo andaba mal. ¿Por qué la descripción se sintió tan familiar? Bueno, en realidad si lo sabía. Pero se negaba a creerlo. Tanta coincidencia no podía ser posible. ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué su hermana lo hizo?

¿Sería posible que Violeta lograra descifrar la pregunta que por tantos años le destruyó desde dentro?

Cada día las preguntas eran más, cada vez se sentía más real la posibilidad de que ambas hubiesen pasado por lo mismo, pero ¿qué tenían en común?

Agradecía que en el momento en que hablaba con la señora Angélica, instintivamente pidió más información. Las reflexiones llegaron después.

– ¿Alguna vez lograron saber por qué lo hizo? – Fueron la palabras que salieron. Ahora se daba cuenta lo insensible que había sido

– Si, querido. Después de muchas sesiones logró explicar las razones… al menos contó una historia que nos convenció. Pero que aumentó el temor en nosotros- Ya estaba un poco más calmada.

-Y bien… ¿qué dijo?

 

La puerta de la cafetería sonó, lo trajo de golpe a la realidad. Levantó la mirada por reflejo. No esperaba verla, pero allí estaba. Tan hermosa como siempre. Sus miradas se cruzaron.

 

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<H2><a href="https://www.antioquiacritica.com/author/anarojas/" target="_self">Ana María Rojas Castañeda</a></H2>

Ana María Rojas Castañeda

Abogada de profesión. Aficionada a la literatura por pasión. Escribo pensando historias que quiero transmitir, que espero que alguien conozca y logre disfrutar
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