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Pistas

Ha pasado casi una semana y sigo recordando aquella imagen. Estaban los tres acostados en el suelo, en medio de un charco de sangre. Todo se veía peor que en la televisión. La sangre los cubría a todos.

por | Jul 19, 2020 | Antioquia Literaria

No recordaba que había pasado, cuando abrió los ojos sólo vio luces tan fuertes que no podía ver. Escuchaba mucho ruido. Intentó moverse, pero no pudo hacerlo sin sentir dolor. Escuchaba cómo su corazón se aceleraba gracias a ese constante bip.

Pronto llegó una enfermera, al menos parecía serlo. Intentó hablar, pero un tubo en su garganta no se lo permitió.

-Shhh, shhhh- hizo en tono condescendiente. -Todo está bien, bienvenida de vuelta- Le sonrió. – Lo sé, es molesto, te ayudaremos. El doctor está en camino- No podía quedarse quieta. La sensación era espantosa.

El doctor llegó de inmediato, aquella luz que puso en sus ojos le recordó las películas que solía ver. ¿Cómo llegó allí? Estaba tan ocupada tratando de sentirse cómoda que no se había preguntado qué le había ocurrido.

Recordaba estar en su casa, había hecho de cenar después de jugar con su hijo en la sala. Era un niño tan bueno. ¿dónde estaba él? Se agitó de nuevo. Ya estaban terminando de sacar aquel incómodo tubo, le entregaron una careta con oxígeno

– ¿Dónde está mi hijo? – Fueron sus primeras palabras. La garganta le ardía, pero no podía ceder sin saber dónde estaba él. Nadie respondió su pregunta. Sólo se miraron entre ellos.

-Espera, llamaremos a quién te trajo aquí- Finalmente respondió la enfermera. Pero ¿quién me trajo?

– ¿Se refiere a mi esposo? – en cuánto salieron las palabras de su boca, se dio cuenta que algo andaba mal. Recordó una discusión. Como siempre, por nada. Él gritaba demasiado, ella sólo intentaba calmarlo, hasta que dijo aquello “ese bueno para nada de tu hijo es el que te hace perder tanto tiempo. Deberías encerrarlo y dedicarte a mí, mujer”

Sólo recordarlo encendía la ira de nuevo. Su forma de tratarla la hizo comenzar a odiar esa expresión “mujer” siempre se lo dijo cuándo quería hacerla sentir menos. Su hijo era todo para ella y no permitiría que lo tratara de esa forma.

Instintivamente tocó su pecho, el cuerpo recordó antes que su mente. La mano llegó justo al punto en que había recibido el puñal. Estaba cubierto, no podía tocar el tamaño de la herida, pero aún sentía dolor. Debió perder mucha sangre, sólo así tenía sentido que siguiera conectada a tantas máquinas ¿cuánto tiempo llevaba allí?

– ¡mi hijo! ¿Dónde está mi hijo? – Esta vez intentó gritar, la voz salió entre cortada. De nuevo se miraron. La enfermera la tomó de la mano.

-Trata de calmarte, por favor, te harás daño. No fue tu esposo quién te trajo aquí. Pero es mejor que lo hables con la persona que te acompaña. Ya viene en camino- Sus palabras la tranquilizaron. Pero ahora recordaba todo y no podía olvidarlo.

En cuánto él dijo eso de su hijo, ella no pudo evitarlo. Se abalanzó sobre él. Hubo forcejeo. Él no era muy alto, pero ella le temía mucho. Por un momento lo hizo retroceder, pero se recuperó y la empujó. No recuerda de donde salió aquel cuchillo.

Todo pasó tan rápido, en un minuto estaba sobre él y en un parpadeo lo tenía en frente, amenazándola con un cuchillo. Ni siquiera tuvo tiempo de sentir miedo, cuando vio el cuchillo, ya iba en dirección a su pecho. El frío del metal la heló desde adentro. Sintió como la sangre comenzó a correr hacia la herida. Un segundo ensordecedor. Luego el frío del suelo.

En ese momento entró alguien. Ni siquiera recordaba su nombre, era la vecina. Siempre ruidosa y atenta a lo que ocurriera con los demás.

– ¡Hola! Me alegra tanto que estés bien, estaba muy asustada. Yo siempre supe que ese hombre era malo. No puedo creer lo que pasó…- No recordaba que hablara tan rápido, era como una metralleta de palabras, una tras otra y todo sin sentido. No necesitaba quién le respondiera, sólo quién pareciera escuchar.

Dejó de prestarle atención casi al instante, ¿cómo es que todo esto pasó? Ni siquiera recordaba su nombre. ¿A qué hora se convirtió en la única persona que le podía dar respuestas?

– ¿Dónde está mi hijo? – Preguntó interrumpiendo el monólogo

-Oh, cariño, como decirlo… no sé cómo explicártelo… yo… este…déjame sentarme-comenzó a balbucear, ahora las palabras salían lento y en un tono nervioso

– ¡Ya! ¡dime algo! – Su paciencia estaba terminando, necesitaba saber dónde estaba su hijo.

-Esta bien, está bien. Esa noche – ¿Cómo que esa noche? ¿cuánto tiempo había pasado? – Escuché la discusión que ustedes estaban teniendo. Alguien llamó a la policía, no fui yo – dijo mientras lo acentuaba con la cabeza. Era obvio que había sido ella- cuando llegaron, la discusión había terminado, no se escuchaba ruido de ningún tipo y por más que tocaron, nadie abrió la puerta- se levantó para tomar agua.

-Ellos ya se iban-continuó- pero una vecina. No fui yo- De nuevo, era tan obvio que era ella- los convenció de entrar por la fuerza, ella aseguró no haber visto que salieran de allí, y después de una pelea, que no abrieran, era sospechoso. Así que ellos forzaron la puerta hasta que pudieron entrar- Cubrió su rostro con las manos.

-Allí estaban, aún sueño con eso. Ha pasado casi una semana y sigo recordando aquella imagen- ¿Una semana? ¿había estado una semana inconsciente? ¿dónde estaba su hijo? – Estaban los tres acostados en el suelo, en medio de un charco de sangre. Todo se veía peor que en la televisión. La sangre los cubría a todos- sollozaba mientras intentaba hablar.

– ¿los tres? ¿eso quiere decir que…-No era capaz de terminar la frase, ¿su hijo estaba muerto también?

– ¡Oh! No, no, cariño…No, tu hijo estaba bien, no sé qué pasó. Nadie sabe cómo pasó. Tu esposo estaba muerto, en el suelo, desangrado, con dos heridas. Aún tenía el cuchillo en el cuerpo. ¡Fue horrible! Tu estabas en el suelo, de costado. A penas con vida. Les costó sentir que aún palpitaba tu corazón-Paró para tomar agua- Pero lo más desgarrador fue ver que tu hijo, se había acostado en tu regazo y estaba dormido allí. En medio de todo el desastre. ¡Tanta sangre y él sólo descansaba en los brazos de su madre! – Comenzó a gritar histérica.

De verdad la había afectado mucho la imagen. Pero esa historia sólo le dejaba más preguntas ¿qué le pasó a su esposo? ¿Por qué no le preguntaban a su hijo qué había pasado? Y seguía sin saber dónde estaba su hijo.

-Lamento mucho que vieras esa escena- dijo – ahora, podrías decirme ¡¿Dónde está mi hijo?!- Ya no soportaba más, sentía que si no le respondían, saldría de allí corriendo.

-Lo lamento mucho, de tu hijo no se sabe nada. Esa noche una trabajadora social estuvo con él. Parecía en shock, sólo repetía “debo recuperar esa mirada y todo estará bien” no respondía preguntas. Parecía perturbado. Trataron de darle su espacio, pero desapareció-

– ¿Cómo que desapareció? ¿Cómo un niño de diez años desaparece? – No podía creerlo

– Trata de respirar, aún lo intentan encontrar es sólo que… bueno… ¿por qué no tienes fotos de él? Es como si nunca hubiera existido, no hay un solo registro de cómo se veía- Era verdad, su esposo siempre sintió celos de su hijo. Desde que él nació le costó mucho quererlo, al punto que no le permitía tener fotografías familiares en las que él estuviese presente.

Su esposo ahora estaba muerto, ¿qué pasó?, esa pregunta no dejaba de ronda su cabeza. Ella no recordaba haberse defendido ¿fue su hijo? ¿por eso estaba huyendo?

Necesitaba respuesta y ya estaba claro que allí no las obtendría.

 

 

<H2><a href="https://www.antioquiacritica.com/author/anarojas/" target="_self">Ana María Rojas Castañeda</a></H2>

Ana María Rojas Castañeda

Abogada de profesión. Aficionada a la literatura por pasión. Escribo pensando historias que quiero transmitir, que espero que alguien conozca y logre disfrutar
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