Los malos vecinos. Algunos dicen que “no hay nada peor que un mal vecino” y yo estoy por creerlo. Hace más de 35 años que vivo en una casa de segundo piso en el barrio Belén San Bernardo, está casa fue construida, diseñada y decorada por mi familia.
El barrio en el que vivo se caracteriza porque son familias numerosas que llegaron cuando éste fue fundado. Todos nos conocemos y hemos compartido juntos de generación en generación.
Es un barrio tradicional, tranquilo y muy bien ubicado, estamos entre la carrera 70 y la carrera 80 y todo nos queda relativamente cerca, por la gran cantidad de vías de acceso y la facilidad en el transporte.
Todo cambió
Hace aproximadamente 5 años que una nueva familia integrada por tres personas, vino a ocupar uno de los apartamentos del primer piso. Al principio se comportaban de manera silenciosa, y no había mayor contacto con ellos, no hacían ruido ni fiestas.
Pero todo empezó a cambiar desde el día en que pusieron una silla de madera y se dieron a la tarea de sembrar plantas en el área común que compartimos, esta que se conoce como “Antejardín”.
A medida que iba creciendo el número de plantas, crecía también la neurótica idea de que este espacio era solo para ellos, confinando a mi familia al reducido espacio de 1 metro de entrada.
Todo empeoró
En este momento hay más de 40 plantas en el antejardín en situación de “Matorral”, secas, desprolijas y sembradas en cualquier objeto plástico que encuentran, que vienen acompañadas de bultos de tierra abandonados, suciedad, deterioro de las instalaciones, agua recogida que trajo un sinfín de zancudos insoportables.
Al principio, tratamos de hacernos los de la vista gorda y decidimos remodelar nuestra casa en su interior, y esto, despertó las más miserables conductas en nuestros vecinos.
Los malos vecinos
Se opusieran a que pintáramos la fachada, insultaron a los trabajadores, llamaron a la policía y precisamente, el día en que murió mi padre, llamaron a la Inspección de Policía, con la denuncia de que habíamos instalado un farol (detállese que era un farol pequeño, pegado en nuestra pared, para poder alumbrar la entrada cuando llegábamos en la noche).
Además, se opusieron a que hiciéramos una semi rampa, para que mi papá, enfermo de Alzheimer e imposibilitado en su movilidad, pudiera salir de su propia casa.
¿Qué les pasa?
No es posible que haya personas dedicadas a amargarte la existencia, huraños que viven encerrados y quieren que todo el mundo viva como ellos, que desde su encierro quieren dictaminar cómo deben vivir los demás.
No les importa que hayan reglamentos de Propiedad horizontal, que hayan normas de convivencia, que haya código de policía, para ellos, estas herramientas no existen, pues en su enfermo proceder, crean sus propias reglas y normas.
Me pregunto ¿Qué le pasa por la cabeza? a una persona que impide que un adulto mayor se movilice, que trata con ofensas a las personas que están cumpliendo con su trabajo, que valora tan poquito los lazos de vecindad y que se aprovecha de su hombría, para tratar de intimidar a tres mujeres que viven solas.