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Enigma

¿Cómo podría descansar en la casa en que vivía con él? Lo que más la asustaba es que, en realidad, no sentía la repulsión que se supondría

por | Ago 23, 2020 | Antioquia Literaria

Aún no podía creer lo que había visto. Sentía que estaba en un sueño. O mejor, quería estar en un sueño. Ni la peor pesadilla podría hacerla sentir de esa forma. En su afán por escapar sólo había estado pensando en cuánto perdería si aquel hombre la alcanzaba.

Cada paso mientras huía, le dolía, no físicamente, algo dentro de sí había cambiado. No quería tener un final así. No quería terminar como aquella chica que habían mostrado en el noticiero hace unas semanas.

Su nombre no lo recordaba bien, ¿Emma? … tal vez Elena.

En fin, no tenía mucha importancia cómo se llamaba. En realidad, no sabía por qué estaba pensando en aquello. La imagen que vio no podía sacarla de su cabeza en ese momento.

La habían encontrado cerca de un riachuelo, era un lugar lejano. No conocía nadie que viviese por allí cerca. Era muy campestre y rodeado de cabañas que, por lo general, ocupaban turistas por unos cuantos días.

Había ido allí a acampar cuando recién a su esposo. Recordaba que cerca del lugar en que habían estado, fue que encontraron el cuerpo. La chica no tenía ojos. Su rostro estaba completamente destrozado.

El reporte que habían dado decía que se trataba de un asesino serial, al menos eso sospechaban. Varias mujeres habían aparecido en condiciones similares en los últimos meses.

Unos chicos que pasaban por allí la habían encontrado, el vídeo aún estaba en redes. Sus ojos no estaban, su cara destrozada, como si una terrible ira se hubiese apoderado de quién le hizo eso.

Aun así, podía notarse el temor que sintió en sus últimos momentos. Era difícil de explicar. Pero ahora comprendía bien ese sentimiento.

Esa noche, después de sentirse atrapada, se dio cuenta que había dedicado su vida a un hombre que no conocía. Necesitaba saber la verdad.

Tenía que saberlo ¿era su esposo quién había hecho esas terribles cosas que pasaban en los noticieros? ¿Se había enterado que todos esos años había estado despertando al lado de un hombre capaz de destruir el rostro de una mujer, de la forma más aterradora que haya visto? ¿O sólo se trataba de un caso aislado? ¿Qué pasaba con él? No podría estar tranquila de nuevo sin saberlo.

¿Qué podía hacer? La noche parecía no terminar. La adrenalina seguía erizando cada vello de su cuerpo. No podía dejar de correr, a pesar de estar lejos. Él sabía que ella lo había descubierto, pero ¿Qué era eso que había descubierto? Las dudas la abrumaban

Le ardía la rodilla derecha, sólo por eso paró. Cuando cayó rompió parte del disfraz y se había lastimado. Miró a su alrededor y se dio cuenta lo lejos que había llegado.

No podía dejar de mirar para atrás. La sensación de tenerlo tras de si no la abandonaba.

Aunque intentara caminar sin llamar la atención, sentía su respiración casi en su cuello. Parecía que en cualquier momento saltaría sobre ella. El temor no la dejó continuar su camino. Había soportado mucho. Otros en su lugar se hubieran desmoronado.

Ella no pudo más, paró justo dónde estaba, en medio de una acera, y comenzó a llorar allí. La noche ya no era tan larga. Había comenzado a amanecer. Los vehículos comenzaron a pasar más seguido. Las personas caminaban a su alrededor, se sentía observada.

-No puedo quedarme aquí- De la nada recuperó las fuerzas. No se sentía mejor, pero había tantas preguntas en su cabeza que no podía continuar allí. Seguir con tantas preguntas sin respuestas la enloquecería.

Debía saber a qué le temía, necesitaba saber ¿por qué? ¿Qué lo llevó allí? ¿Por qué ella? Más aún. Necesitaba saber si estaba segura o debía huir. No lo pensó dos veces, volvió a su casa, si él no había ido allí seguro iría pronto.

En cuanto entró notó algunas cosas desordenadas. No podía asegurar si fue antes o después de su encuentro, pero él había estado allí. Lo buscó en todas partes, pero no estaba. Los peores escenarios pasaron por su cabeza.

Tal vez seguía escondido, tal vez la acechaba como la noche anterior.

Su boca comenzó a sentirse seca. Trató de tomar un poco de agua. Pero no podía dejar de temblar. Descargó el vaso de nuevo. Mojó su cara buscando enfriar un poco sus ideas.

Debía haber una pista allí. Eran casi las nueve de la mañana. Habían pasado cerca de cinco horas, aunque aquella sensación de sentir su respiración en el cuello seguía allí. Su cerebro no dejaba de jugarle malas bromas.

Sólo quería despertar de esa pesadilla y volver a su hogar con su maravilloso esposo. Sentía que si lo decía en voz alta, se haría real. Quería aferrarse cuanto pudiera a la idea que todo era un mal sueño. Que había visto mal, que no era cierto.

-Era mi esposo- Sintió que su vida se desvanecía con esas palabras. ¿Ahora qué haría sin él? ¿qué sería de su vida? ¿debía dejar su casa? Las preguntas no dejaron de llegar. Como si decirlo en voz alta desatara una tormenta de realidad para la que no estaba preparada.

Temió tanto decir esas palabras y cuando llegó el momento, sólo salieron, como si no pudiera callarlas. ¿Cómo podría descansar en la casa en que vivía con él? Lo que más la asustaba es que, en realidad, no sentía la repulsión que se supondría.

A decir verdad, sentía curiosidad. Quería saber cómo es que pasó, cómo el hombre cariñoso y amable del que se enamoró la había atacado la noche anterior. ¿Por qué lo hacía? Necesitaba respuestas.

Comenzó a buscar algo, cualquier cosa que la guiara, que la llevara a él. Necesitaba confrontarlo, ya había temido mucho la noche anterior, no iba a pasar una vida entera así. Prefería enfrentar la verdad, sin importar las consecuencias.

En medio de la sala había un cajón en el suelo, todas las cosas estaban en el tiradas, como en un intento desesperado por deshacerse de ellas. Estaba buscando algo. Tendría mucho afán porque no recogió nada.

Allí encontraría la pista.

Comenzó a tomarlo todo, examinó cada uno de los objetos que había, ¿por qué estaba allí? ¿estaba fuera de lugar? Documentos, lapiceros, algunas pinzas para cabellos, incluso vio un par de aretes que hace mucho no encontraba. Su primer regalo.

Todo parecía estar en su lugar. Sólo hasta el final encontró un trozo de un llavero. Parecía ser de la reserva natural donde habían encontrado aquella chica. Tardó unos segundos en comprender lo que sus ojos ya habían resuelto.

Corrió fuera de la casa. Antes de salir, tomó un portarretratos que estaba cerca. Detuvo el primer taxi que vio.

-Llévame a la reserva que está cerca del Hospital psiquiátrico… el que queda a las afueras de la ciudad, lo más rápido que pueda- Estaba tan agitada, no podía dejarlo escapar.

Tenía que alcanzarlo. Debía lograrlo. Tenía que saber por qué. No podría estar tranquila sin esa respuesta. Tardaron poco menos de 20 minutos. La hora y el tráfico fueron de gran ayuda.

Cuando llegó, bajó del taxi, pagó tan pronto como pudo. El taxi se fue y, en cuanto giró, vio un auto rojo saliendo a toda velocidad, algo en su interior sabía que no se equivocaba, era su auto.

La salida de la reserva estaba a unos cuantos metros de ella. Gritó, trató de correr. Qué irónico, tanto huyó de él y ahora lo seguía. Se rindió muy pronto. Tal vez en la cabaña podría encontrar algo de utilidad.

En la recepción tardó un buen rato.

-Mire, él es mi esposo- Mostró el portarretratos que había tomado. -Necesito que me diga qué cabaña alquila-

-Señora, ya se lo dijimos, no podemos darle esa información- dijo en tono molesto quien atendía la recepción

Salió de allí furiosa. Pero no se rendiría. Si había sido tan despreocupado en dejar el cuerpo cerca de la reserva, lo sería también para hacerlo cerca de su cabaña.

No estaban cerca entre ellas, se sentía muy agotada, pero no dejaría de intentarlo, tardó casi una hora recorriendo todo el lugar… Casi todas estabas ocupadas, hasta que, al fondo, parecía oculta en el bosque, había una. Esa debía ser.

Corrió hasta allí, algo encontraría que le permitiría encontrarlo.

El último recuerdo que tendría de su esposo no sería ese. Necesitaba respuestas. Y las obtendrías sin importar qué.

 

OTROS CUENTOS

 

 

 

 

 

 

 

<H2><a href="https://www.antioquiacritica.com/author/anarojas/" target="_self">Ana María Rojas Castañeda</a></H2>

Ana María Rojas Castañeda

Abogada de profesión. Aficionada a la literatura por pasión. Escribo pensando historias que quiero transmitir, que espero que alguien conozca y logre disfrutar
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