María Clara es una mujer que estuvo viviendo su infancia y juventud en el municipio del norte de Antioquia, donde, además, se casó, pero tras la muerte de su marido y ver que ella no podía trabajar en el campo, tuvo que abandonar su hogar de origen y mudarse a la capital antioqueña.
¿Dónde nació y a qué se dedicaba?
“En una vereda de Briceño, Berlín, en aquel entonces yo trabajaba en la tierra, pero yo me dañé los brazos por culpa del sol, porque me pasaba los días enteros arando la tierra”.
¿Por qué tuvo que trabajar en el campo?
“Mientras, que estaba mi esposo yo no trabajé así, después de que él murió, yo creí que era capaz, pero el médico me dijo que yo no era capaz, mejor se sale de otra forma”.
¿Qué hizo después?
“Entonces yo me vine a Medellín, para poder trabajar en las casas de familia, porque yo ni siquiera tengo estudios. Yo, personalmente, aprendí a leer y escribir, porque en ese tiempo no había colegios en el campo”.
¿Extrañó en algún momento su tierra?
“No hay como mi tierra, cuando llegué por acá no comía y pensaba que no había lugar como mi tierra, porque los vecinos daban un plátano, una yuca y así. La verdad, yo lo extrañé un año completico y tiré aguante y pidiéndole a nuestro padre celestial que es el único que le da la vida y la salud a uno”.
¿Cómo consiguió el trabajo y el terreno?
“Estuve trabajando en varios hogares y un señor me había dado trabajo en su casa. Él un día me preguntó ¿seguís trabajando en este sector? yo le dije sí señor, entonces me dijo cómprame un ranchito que estoy vendiendo, porque no voy a volver a vivir con la mujer que ella me mandó a matar”.
¿Cómo pagó la casa?
“Pues yo hable con el jefe y le dije que no sabía cómo pagarla, pero él me dijo que le pagara a 2.000 pesos a la semana. Entonces, entré a este ranchito de cartón, él me dejó unos colchones y unas ollas. Cuando llovía nos entrabamos en un plástico y esperábamos a que escampara para poder armar la cama y acostarnos”.
¿Qué siente al vivir en esta zona?
“Me gustó mucho esta hondura aquí, pero en los primeros años había mucha violencia y eso iluminaba mi ranchito. Cuando pasaban cosas así llevaba a mis hijos donde la mona y le decía que nos les dejara salir por la calentura”.
¿Qué tal les fue a sus 8 hijos años después?
“Mis hijos e hijas mayores se fueron estableciendo en sus hogares como mejor pudieron. Sin embargo, mi hijo menor, que fue el que mejor me salió, se formó solo e incluso lo invitaron a portar un arma y conseguir su comida. Sin embargo, el se encerró, estudió y ahora mismo tiene un trabajo y ayuda a sus hermanos y hermanas”.